miércoles, 1 de noviembre de 2017

Llevo toda mi vida tomando té.
Desde que nací ya aspiraba a... algo cuando mi madre ponía las teteras en marcha. Tuve problemas de asma y me vaporizaban con una máquina mentol o algo así para que pudiera respirar. Hacia calor.
Pero nada como el calor humeante de un buen té recién hecho.
Desde que descubrí edulcorantes que sustituían a los cancerígenos azúcares naturales... empecé a hacerme un tipo de té, verde, con leche de soja (pues la leche de animal no me gusta) (té inglés) y miel empecé a modificar las cantidades. Inconsciente.
No sabía que llegaría el día.

Tras servirme una tercera taza de té en el mismo día, mismo momento...:
-¡Eureka! ¡El té perfecto! Las proporciones óptimas y correctas respecto a lo que equivale exactamente una taza de té con menta (hierbabuena). ¿Cómo...?

Pobre de mí. Nunca había hecho mediciones de las cantidades puesto que una cucharilla es indeterminante... me quedaría sin saber cómo volver a repetir aquel acontecimiento y hecho histórico en mi vida que marcó mi paladar con un simple sorbo... cambió mi vida.

Nunca más volví a repetir aquella portentosa hazaña...