martes, 1 de noviembre de 2016

El día de todos los santos

Los muertos se me aparecen como cada año la víspera de la noche de Halloween recordándome qué debería hacer para no olvidar, que me ocurre frecuentemente. Saludar a cualquier muerto no es lo mismo que llamar a tus difuntos parientes yacidos en lápidas dormitando profundamente.

-Algún día seguro que habrá más muertos que seres, si no los hay ya.-dije. Decía, más bien. Ahora ya sé que no. Osea, que sí. Los hay, los hubo y los habrá. No creo que eso cambie nunca -Algún día... puede.

Me encontraba en la tumba junto a mi abuelo y abuela, e inicié una conversación de lo más peculiar. Estaba rodeado de gente con flores y ramos dejándolos en las puertas de sus últimos habitáculos y yo sólo quería conversar, sin tener que responderme como si no fueran más que ellos contestándome. Y, la verdad, es que aún me da escalofríos pensando que así sea. Pero igualmente mis intenciones eran claras. Tenía que solucionar un asunto peliagudo del pasado de inmediato.
-Abuelo, ¿le diste aquella nota que te dejé a la abuela?
Sí hijo mío.
Sí cariño.
Y tu abuela está muy contenta. Claro que te perdona.
Por supuesto.
En ese mismo momento, mi cabeza sufrió un colapso emocional y se me saltaron las lágrimas a borbotones. Se me empaparon hasta los calcetines y pude exprimir agua hasta de los botones de la camisa. Había ido elegante, por supuesto, a ver a mis abuelos y a comentarles cómo se encaminaba mi vida y las dudas que tenía. Y cuando pude sonarme las gotas de los ojos, me tranquilicé impregnando la manga. Se me olvidó el pañuelo.
-¿Saben? Me voy a dedicar a otra cosa, el oficio de mi padre no es lo mío. ¡Ah! Que tú no estabas, abuela cuando empecé a trabajar de eso.
Pero es igual, ahora quiero orientar mi vida hacia otra cosa. Espero no estaros diciendo lo mismo el año siguiente. Reí yo solo. Me los imaginaba mirarse entre ellos mismos por encima de las narices.
Claro, estaban tumbados oyendo cual padre que aún descansa.

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