viernes, 19 de agosto de 2016

Piratas del mar Mediterráneo

Se sabían pocas cosas de Johnny, pero un inumerable cantidad de historias se habían contado a costa de su nombre y su apodo a la par que su condición, aunque muchas se podían poner en duda por la falta veracidad y desinformación con la que contaban muchos náufragos sus historias. Náufragos que antes eran piratas. Piratas que no suelen ser muy cuidadosos ni muy honestos con sus palabras, mucho menos con alguien, ni habría que tomar la palabra de uno nunca, tal cual; mucho menos al pié de la letra. Salvo Johnny, la palabra de El tuerto o "el un solo ojo Johhny", era de fiar, aunque quien así lo llamase acababa de pasto para los peces, como carne picada para los tiburones, comida hecha polvo, bapuleada, para los... muchos animales marinos que allí en el vasto océano había. Eso sí, si Johhny decía misa, aunque se declaraba un hombre abiertamente homosexual ateo sellaba sus labios con sus palabras. Era un hombre valiente y de honor, y sí cumplía su palabra, sobretodo si decía que te iba a matar, te mataba, no te perseguía por los cuatro mares. Eso sí que era un honor.

(Sigo yo: A partir de los cruces la historia que cuentan y recopilo en forma de biografía, puesto que el último biógrafo murió sospechosamente atravesado por su espada en un accidente tras desvelar información secreta de altamar que debe quedarse en el mar al recitarle lo que llevaba escrito).

Un pirata de aspecto de vagabundo, con barba y descuidado, apareció en la taberna.

La falta de figura en la silueta y de sombra debido a su oscurecida tez que por la falta de alimentos le marcaba la piel caída, hablaba de lo malo de caer entre tantas playas como hay en una de las pocas islas desiertas y asoladas que había en la inmensidad del océano.
-¡Y ahora empezarán a rifarlas, y luego afianzarlas, y cuando te quieras dar cuenta habrá más náufragos que islas! -como si fuera un lujo tener una pequeña isla. ¡Como para venderlas!

Un hombre y un joven barados en Barbados se encontraban perdidos en una isla desierta... con abundante agua.
-No hay agua.
-¿Que no hay agua? ¿¡Que no hay agua!? ¡Mira a tu al rededor! ¡Si estamos rodeados! Precisamente por la falta de agua no deberías preocuparte. Un poco de agua salada no es mala. No te morirás por beberla.

Tras varios días y varias frías noches separados de la civilizaciñón avanzada hasta la fecha en que se encontraban, encontraron alimento, principalmente a base de frutas tropicales.
-Ahg... ¡qué dulce está esto! -el capitán no dijo nada, puesto que se había coronado así mismo capitán de ningún barco y sin ninguna tripulación.- ¿No puedo echarle un poco de sal?
En ese mismo momento, el hombre empezaba a sentir "apetecible" al muchacho con sus turgentes piernas y sus jugosos labios...
Finalmente, sus ojos secos y blancos le indicaban que estaba listo cual pez en la hoguera.

-¡Eh! Tabernero.¡Uno está desvalijándole la cerveza del barril! - quitando el corcho por el que se sirve para taparlo con la pata de palo.

El corsario le sonríe.
-Estás muerto, chaval.
-Ya, lo sé, lo sé.

-¿Y dónde escapar cuando no quedan más islas desiertas para naufragar?
-¿Al cielo?
-¡Al mar! -resopló como diciendo que no, cual brizna de viento caliente sin la brisa de mar correspondiente en un verano caluroso como para durar medio año. Con un "¡Pero... cómo!" al cielo soñador, que no dijo, pero vaya, ni que la historia se fuese a acabar al principio antes de haber empezado.

Al caballero que se encontraba detrás de esas barbas de varios siglos (que pareciole a quien ha estado encerrado en un círculo de arena), varias lunas para corsarios de a pié, se le encontro en el atolón de Ebon, cerca de unas islas que pensaba le darían dinero.

José Salvador no daba pié con bota. Andaba descalzo por aquel entonces. Su amigo Patapalo (pata de palo) todavía podía verle y recordarle la medicina de Palo Alto que le daban y servían desde criajo revoltoso cuando, como no dejaba de llorar, le proporcionaban aquel brevaje primero con limón para desamargar aquel delicioso néctar que le habían dado cada vez que lloraba haciéndole rememorar que, ahora, no podía beber sin llorar. Pero como los corsarios no lloraban hacia fuera, recordaba que podía hacerlo a mares hacia dentro. Y solo mar adentro podía permitirse desahogarse para no desentonar con el resto de gotas saladas que componían la mar.

Una valerosa piratilla con corsé y corpiño en mano había estado peleando escalas arriba por un juego con el cual no estaba deacuerdo ya que se veía en desventaja. Cartas en el asunto (desconocido) y pelillos a la mar...

La muchacha era digna del mismísimo Poseidón. Estaba en posesión del, por aquel entonces, rey de los piratas, como muchos osaban llamarle con cierta sorna (como hacen los piratas) pero acompañando a la ironía con una exagerada reverencia muestra de afecto. Afecto que no le tenía a la "princesa" que más que estar mal acompañada, no debía estar acompañada de otra forma... aunque tenía que poner en forma a algún miembro, miembro de la tripulación que se encontraba en ese mismo momento asediando la barra, no quería acompañar el botín del hombre con una sola pierna.

El tesoro fue y había sido guardado y enterrado en una zona baja del mar, cuando el Marenostrum era más bajo, dentro de una cueva volcánica, en unas de las islas con forma de medialuna alargada.
Pero para Johnny ella era el tesoro a reclamar ahora.
-¡Mi rey!
-¡Mi capitán! ¿Cómo puede ser que uste sea el Rey si vivimos en Democracia Parlamentaria y nadie le ha votado a usted? Yo pienso... que debería haber algún candidato que se preste a tal afecto... efecto... para dirigir timonel el Timón...

Nadie sabía cómo podía ser que le hubiera dejado hablar durante tanto tiempo y que aún siga hablando. Los sorbos de la jarra le ponían nervioso como para confundir al que dirije y orquesta el timón del barco con el apodo de éste, pero sobretodo a hacerle entrever la remota y posible idea de que hubieran podido tener una aventura mientras el biógrafo -el único que sabía escribir con pluma, seguía a lo suyo-, tras una silenciosa revisión fue asestado en pleno corazón. En alta mar pasan muchas historias, y muchas de ellas hacen partir el corazón a aquel que no pueda blandir un cuchillo... por lo menos. Ser blando en ésta profesión, si es que saqueador es un oficio, no estaba permitido. Como así demostró el joven pirata su amor por el de la estilográfica gritando, como por su seguridad por el respeto que le tenía al Capitán el cual no alzaba a verle desde el ángulo por el que se había girado. Se había llevado las manos a la boca para no seguir gritando.

-Valiente cobarde.
-Eso es...
-¡No te atreverás! -yacía el cuerpo del escritor sin poder tan si quiera escribir sus últimas palabras con tinta.
-¡Dice que vivimos en Democracia! ¡Jajaja!
Vamos. -todos ríendo a la vez que Johnny.
-Pero, ¿no es verdad?
-Mira... muchachito. Si no te he matado aún es porque me gusta tu... osadía y valerosidad. Pero aquí solo hay uno que manda y solo puede haber un gobernante, ¡y eso se consigue con la espada! En mi barco mando yo, mi mi espada. Y quien no lo entienda puede, o batirse en duelo conmigo, y cuidado porque tengo mucho ojo... o arrojarse directamente a los tiburones. -¡Eh! Gritaron todos. Ea. -¡Aquí no vivimos en democracia... -dijo alargando hasta la lengua, escupiendo perdigones mientras pudiera- esto es una dictadura! ¡La dictadura de los piratas!
-Entonces, ¿no deberías ser el presidente?
-Di una tontería más y te tiro por el muelle.
-Entonces rebotaría... ¿no?
-Jajajaja. No. -al parecer no.

Contaban historias de un rayo verde que aparecía cada año cayendo sobre el tesoro escondido en lo que sería la primavera, a la puesta del sol, pero solo cuando éste se recuperó, ocurrió a la salida de Columbretes.
Muchos buceadores han muerto buscando la cueva del tesoro, donde aguardan cientos de guardianes de las islas que allí albergan, sin muchas esperanzas de encontrar nada, la búsqueda infructuosa acometida por ellos, los guardas del tesoro que auguran que contiene joyas y piedras preciosas, y oro, monedas de oro de un naví español en su regreso de la tierra de Colón.

-Hmm... nunca había comido unos huevos tan jugosos.
-¿Verdad, Capitán?
-Una pena que te tenga que lanzar por la borda. Eres el único de mis amanerados hombres que verdaderamente sabe cocinar.
-Pero señor... -viendo que no tenía escapatoria- yo creía que la última cena sería para mi.
-Has oído muchas historias tú eh, qué pena que todas estén equivocadas. Pero si quieres te concedo la última voluntad.
-Gracias su majestad.
-Qué lento aprendes.
-¿Gracias?

Un oleaje motivado por la tempestad de rayos y centellas a lo lejos, de truenos y relámpagos, movía un barco que parecía parado sin inmutarse ante la amenaza que iba a permitir al dejar arrojar por lo largo de una barra de madera a un muchacho joven e indefenso, semiatado y con un pañuelo rodeándole la boca.
-¿No sería mejor que no viera lo que me depara?
-Tapadle la boca.
-¡Se me ha caído la venda!
-¡Al agua con ella! -provocó un rufián con una patada en el culo sin mucho importarle si caía por un traspiés el último al mando de la nave.

Entre la tripulación se encontraban: Barba rubia (o, el inverbe) y Barba blanca "El sabio". Algunos lo llamaban de "Dios". El cual salió a defender al muchacho.
-Creo que ya ha aprendido la lección.
-¡Sí! De cocina.

Por su culpa, fuí detrás de él.

-Jack, como tú mismo bien sabes dónde está el bote, no puedo correr el riesgo... correr el riesgo digo, ¿yo, correr? Poner en riesgo el que puedas atreverte a robarme. El tesoro es mío, todoooo mío. Y como tampoco tengo las ganas de matarte, que sea el océano quien lo haga y no yo.


Johhny Un solo ojo.

Johnny un solo ojo, o así se hacía llamar desde que nos contó aquella pelea en alta mar donde se enfrentó a una tripulación defendiendo su botín de abordo y perdiendo en el intento un ojo, usa desde entonces un parche en el ojo derecho. Unos dicen que fue una tripulación fantasma, otros que se lo hizo él mismo en un brote de locura en mar tras meses solo... Pero todos lo consideran ya una leyenda. No hay pirata que se haya vuelto a acercar a su barco ni mucho menos a enfrentarse a él o con él cerca por un botín que no vale una vida, aunque cuesta varias, de los que va reuniendo tras numerosos abordajes en medio de la noche.

Primero se oye un disparo sordo y el vigilante nocturno, empezando por el carajo, no se sabe cómo, muere. ¡Hombre al agua! El siguiente vigía que no despierte a los demás con el chapuzón... cae. Y el resto se mueren en la mayor paz, y tranquilidad que existe: durmiendo fácil llegan al más allá. Y si hay una mujer a bordo... ¡Uy como haya una mujer a bordo! Seguramente sean amablemente invitadas a morir por asfixia a manos de El Capitán.
-Espera, para, por favor... -le tapa la boca con la mano para no despertar a posibles merodeadores del cuarto de la cocinera que consigue zafarse tras varios intentos inútiles.- Quiero unirme contigo. Llévame, quiero ser parte de tu tripulación... y podremos hacer esto más a menudo.
Parecía una propuesta interesante por ese toque sensual de la situación en la que se encontraban. Y la cocinera giró a su izquierda para encender una vela que iluminó toda la habitación.
-¡No! Eso no.
Lanzó la vela con tal virolencia que apagó la fuerza en el aire consumiento de camino un telar. Le apretó la boca y le tapó la nariz con la misma mano mientras terminaba el trabajo y la estrangulaba con la mano que le quedaba libre. Ella soltaba gritos ahogados, mudos para oídos sordos, hasta que le mordió y ambos exclamaron un tortuoso: "¡Ah!".
-Me ha mordido. ¡Sabandija rastrera!
Cogió la culata de su revolver y le atizó en la cabeza dejándola inconsciente para así poder acercarse al poco iluminado pasillo como para ver algo y comprobar que nadie se había alarmado por el suceso.
Debí haber terminado con el resto primero -pensó- las mujeres no traen más que problemas aun siendo violentadas.
Pero se equivocaba. Sí merodeaba la zona por ahí el comandante del navío inglés que estaría haciendo su rutinario chequeo nocturno por la sala principal por donde accedía en sigilo el pirata cíclope.
-¡Cuidado! ¡Piratas! Hay un pirata a bordo.
-Será borde esa condenada meretriz. ¡No habrá tenido suficiente...!
Sacó su revolver y disparó en línea recta al pasillo sabiendo que estaba allí haciéndola desplomarse en el suelo vestida solo por unos cuantos harapos que apenas le llegaban descosidos a la cintura.
El comandante se alertó, pero no podía ver salvo por la tenue luna y las estrellas brillantes que se movían orientando la nave por un astrolabio, que servirían al manejo del timón, para dirigirse en una dirección concreta, la dirección correcta.Y en ese preciso momento, lo que más indicaba es que había que tomar la decisión correcta y coger el adecuado rumbo a seguir.
Lástima que el único rumbo que había a bordo del Gran Navío, ninguna pena para el Capitán, era el de la muerte y con ella el hundimiento de toda vida a bordo, de la tripulación, incluyendo el barco si no había más remedio para poder conservarlo.
El abordado estaba acorralado. Solo le podía salvar iluminar el cuarto para poder estar en igualdad de condiciones en un duelo a espada, pero cuando encendió las luces el pirata de un solo ojo entró. Habría sido mejor para el comandante que se incendiara todo al caer la lámpara, pero la oscuridad llenando toda la habitación complicó más las cosas que el que se le hubiera podido caer encima.
Cuando se sintió atravesado supo que no podía hacer nada más, dejó caer su espada valiosa como el oro al suelo. Ahora ya no valía nada más. Recogieron su valiosa arma y le acercaron a una ventana para poder ver el rostro intacto de un inteligente pirata que le habría quitado la vida gracias a la fama que ganó unos años atrás.

Johnny recogió su parche del suelo y se lo puso en el ojo bueno al descubierto aguardando a que su secreto perdurase un día más en la oscuridad de la noche en la mar mientras se seguía expandiendo como la pólvora su fama de pirata no tan cobarde como para luchar sin tener que ver nada hasta que no quedase nada ni nadie por ver.

A quien asestar, arrebatar, robar...
Saquea, saquea, saquea, y sin asquear saquea un poco más. Saquea, saquea, saquea, y generoso no seas. Soy pirata.
Saquea, arrasa y mata, no quieras ser pirata,
pero si algún día lo seas, o no, quedará mucho ron.



No hay comentarios:

Publicar un comentario