viernes, 28 de junio de 2013

A costa de dos



-¿Tienes terraza?

-Sí, tengo... -qué pregunta.
-Por ver cómo amanece desde tu terraza.

-Sí. Sería bonito... -y ya está, ¿no me dices nada más?-, pero mi terraza da al atardecer.

-Oh, perfecto, me acabas de hacer feliz...

Ella vuelve de conocer a su amigo del facebook con el que tanto tiempo había estado hablando. ¡Por fin había podido conocerlo!, y fue pensando en él todo el tiempo de regreso a casa. Había perdido hace poco el móvil con los contactos, puede que se lo robasen en un descuido, pero igualmente ya se había hecho con uno nuevo y mediante un rápido evento había recuperado los números de sus amigos añadiéndolos uno a uno esa misma tarde mientras todos los asistentes podían ver y compartir el nuevo número suyo para que pudiesen llamarla. Aún así iba alegre, iba feliz y en el fondo despreocupada... dicen que las mujeres con solo mirar a un hombre ya saben si quieren algo con él, pero ains ¡No sé! Estaba nerviosa, un poquito, pero sobretodo entusiasmada y excitada incluso cuando llegó a casa. Se paró frente al portal D2 y llegó al cuarto piso del edificio. Ella vivía en lo más alto, y tenía una terraza, a diferencia de los vecinos de abajo, en la que había plantado unas preciosas enredaderas que caían y subían por las paredes del balcón invadiendo otros pisos. Claro, les da el sol toda la tarde ¡y así están! Y bueno, bien que las cuido. Ella era muy atenta para esas cosas, igual que no olvidaba beber todos los días, no olvidaba regar sus plantas que crecían cada vez más y más altas, grandes y hermosas. Aún así le tenía un especial cariño a las enredaderas. Imaginaba a veces su cabeza llena de estas plantas, como si fuese por dentro una gran enredadera.

Muchas veces se hacía un lío, no sabía que decir, como si estuviese confusa, como si estuviese enredada en sí misma, pero creo que siempre sabía bien lo que quería decir en realidad. Aún así, siempre esperaba la iniciativa del hombre para todo. Tenían que hablarle por internet primero porque si no podía sugerir que estaba desesperada, o podría tratarse de que tuviese algún problema peor. Aunque para esos momentos tiene a sus amigas y a algún que otro amigo que la consuelan y animan en esos días tristes y lluviosos en los que incluso ni sus plantas necesitaban de sus cuidados. Pero con este calor primaveral, tenía muchos hombres detrás que le levantaban el ánimo y la moral. Aunque de entre todos ellos estaba aquel que la desanimaba, estaba convencida de que no sería más que un juego, porque ¿para qué iba a hablar con ella si no quería nada? Pero aquel otro chico parecía muy atento, incluso aunque estuviese hablando solo por ordenador, y en persona se fijaba siempre en ella tanto como para escandalizarle las piernas y hacerla temblar. Puede que fuese la música, puede que fuese la humedad del ambiente, pero se excitaba cuando había estado con él. Y eso era solo hoy, que le había conocido en persona. Creo que sabe lo que quiere, pero no sabe aún ella lo que quiere. Podría ser aquella persona que le protegiese de los atracos cuando saliese por la noche y quisiese llegar hasta su casa pasada la media noche, podría ser aquel hombre que la cogiese y la lanzase en la cama, podría ser aquel muchacho que la llene de besos y caricias, podría ser aquel caballero que la arropase también cuando estuviese un poco borracha... pero ya era muy tarde para imaginar quién podría ser y quién no, pensaba mientras se acurrucaba arropada por la manta abrazando a la almohada.
Fue una larga noche húmeda.

Tienes un mensaje:

"Hola, ¿Qué tal? Veras, te escribía porque llevo observándote varios días seguidos, desde que te he visto por el barrio te he seguido incluso hasta el portal de tu casa pero no me he atrevido a entrar sin llamar. Te escribía esto porque tenía la esperanza de que compartiéramos algún día algo juntos, un saludo, algo más que un café o incluso la cama. Me pareces muy interesante, me llamaste la atención desde el primer momento en el que te ví y hablé contigo, y tu belleza me deslumbró por completo; no he podido quitar ese rostro de mi y lo veo antes de irme a dormir. Por eso te pido que me dejes conocerte a fondo, que me dejes llamar a tu puerta sin sobresaltos ni llamadas desesperadas a la policía aunque sea un poco pronto, no quiero hacerte daño aunque ya sea tarde. Quiero escribirte todos los días hasta que algún día me hagas caso, llamo a tu puerta para ver si estás y entro y veo tu cuarto pero no estás, y sin embargo tienes cada cosa en el lugar que te gusta que esté: la cama desecha, la ropa tirada por el suelo... pero tú ya te has ido. Me gustaría saber si no te sorprenderías por mi comportamiento que parece tan maniático. Quiero que me dejes entrar en tu vida... quiero que me dejes entrar por tu puerta cuando te llame." De tu admirador secreto favorito.


Tienes otro mensaje, en el contestador:

"Soy yo otra vez. He conseguido tu número de teléfono, no me preguntes cómo, pero lo tengo. Te llamaba para decirte lo mucho que te necesito, que quiero estar contigo, y que sin ti no soy nada. Moriría de soledad si fuera así, pero por ti... ¡oh! Yo por ti muero, moriría por ti. Juntos, podríamos morir juntos, para vivir siempre unidos... o morir de viejos sentados el uno frente al otro pidiéndote que por favor te mate para que podamos seguir viviendo felices más allá de esta vida..."


-¿Tienes terraza? -el otro día te seguí hasta donde vivías y habían varios pisos, algunos sin terraza.

-Sí, tengo...

-Por ver cómo amanece desde tu terraza. -Y sé que vives en el 9B.

-Sí. Sería bonito. Pero mi terraza da al atardecer.

-Oh, perfecto, me acabas de hacer feliz... :)


Están llamando a tu puerta.

jueves, 20 de junio de 2013

Darwin en casa

Hace unos meses, hace un año más bien, incluso un poco más, vi una lagartija que estaba en la luz encendida alimentándose, digo yo, de los bichos que se acercaban a esta. En cuanto llegué con mi hermana, ella lo podrá corroborar, el lagarto se asustó y saltó casi sobre nosotros, lo cual no fue muy alentador para ninguno y estoy seguro de que si la lagartija pudiese gritar lo habría hecho también  Todo un ecosistema, un miniecosistema más bien, se estaba formando entre las plantas de mi urbanización, enfrente de mi casa. 

Hacía no mucho había estado leyendo sobre la teoría de la evolución y Darwin que explicaba los cambios en las generaciones de los animales por las costumbres que tomaban. Me vino a la mente la idea de que aquel pequeño animalito no volvería por ahí, estaría demasiado asustado para volver, y supongo que esa enseñanza, no sé cómo, pudo ser transferida a sus descendientes que supongo que no tardarían en aparecer. Pues bien, así fue, crecieron más lagartos bebés hasta convertirse en aquel pequeño dragoncillo oportuno y cobarde que no volvió nunca a aquella fuente de alimentación, sin embargo, no me equivoqué cuando pensé aquella primera vez que no tardaría una generación en crecer sin esos miedos que impidieron al primer lagarto a volver, y allí estaba la nueva lagartija con aires de superioridad y cómoda y valiente frente a mi, solo que bocabajo  alimentándose en la luz en la entrada a mi casa. 

Fue un momento que no olvidaré, y fue así como concebí la evolución como una cuestión de "costumbres", y cómo entender por uno mismo estos aspectos tan curiosos de la vida que suceden constantemente, incluso a diario. Pero creo que es una lástima que al ser humano le cueste tanto avanzar con lo fácil que tiene pensar cómo cambiar las cosas, es una pena, pero parece que es nuestra innata naturaleza de hacer inevitablemente el mal a otros por mero egoísmo propio. Aún tenemos mucho que aprender de los animales y de la madre naturaleza, que es sabia cuando pone a cada uno en su lugar que corresponde. Ya veremos cuanto tardaremos en "cambiar de costumbres" de gobierno, mientras, los animales seguirán evolucionando y nosotros no.