lunes, 30 de diciembre de 2013

Telempatía visual

Él siempre se comportaba de forma extraña, tenía un andar peculiar y casi nunca podías haberle oído hablar, quizás susurrar o maldecir para sí mismo. Pero era un chico muy atento, misterioso, que no necesitaba mirarte a la cara cuando te dirigías a él, porque la mayor parte del tiempo solo respondía "nada". Se podría decir que si muriera mañana, nadie acudiría a su entierro. Ni si quiera él.
Su manera de abstraerse era envidiable. Podrían estar diciendo lo que fuera en clase, podría estar sucediendo lo que fuera en la calle, que nada le distraía de su camino ni de su objetivo. Ponía la mirada fija siempre en la nuca de la gente, y nunca se daban cuenta de ello. Quizás podías sentir un escalofrío como si alguien se hubiera introducido en tu cabeza, pudiera ver todos tus pensamientos y volverse a ir cogiendo lo que hubiera querido, pero no era capaz de usar la información a su favor. Sí, creía que podía ver a través de los ojos de la gente, que podía sentir lo que ellos sentían a distancia, solo con ver. Y esa era una habilidad un tanto extraña. ¿De qué te servía saber qué estaban mirando los demás? Porque a menos que hubiera algún peligro y hubiera alguien que lo viera el primero, y tuviera que enterarse todo el mundo para poder escapar o enfrentarse ante la amenaza que se viniera encima, no parecía de lo más útil ni provechoso pasarse el tiempo mirando a sus compañeros y compañeras mirar al papel.
Por lo demás, era un chico aplicado, pero dentro de la media, nunca sacaba más ni menos nota que la más lista de la clase. Donde destacaba era en su apatía hacia el resto de compañeros. No hacía caso de los novatadas que trataban de colarle los más gamberros del aula, y ni si quiera prestaba atención a las charlas de los profesores cuando alguno se pasaba de listo. Era, en el fondo, un chico tranquilo pero que no le gustaba que le tomaran a cachondeo aunque su habilidad no confesa era para tomárselo a broma. ¿Quién le iba a creer? ¿Para qué? Solo necesitaba el convencimiento que había que tener para creer en su poder.
Pero toda habilidad puede provocar desastres si se controla mal, o si se hace un mal uso de ella. Por ejemplo en la carretera. Una vez, viajando atento de copiloto sin hacer mucho caso a los niños del coro que se oían por la radio nacional, desde una rotonda, puso su atención sobre el conductor de un coche rojo matrícula 1973AM que iba a más de 90km/h por una carretera de una ciudad, y vio lo que nadie hubiera querido ver... un siniestro total. Se empotró contra un coche familiar con tres hijos, incluido el bebé a bordo como podías ver en el estampado de la luna rota.
No pudo menos que sentirse culpable por haber visto todo aquello. Claro, no es lo mismo si ignoras qué ha sucedido, pero si has estado presente, si has sido testigo visual de lo ocurrido, no podías por menos sentirte afectado, y más pasando de largo de aquel accidente que pensó que podía incluso haberlo evitado. Toda una tragedia para su poder, y su alegría ya que la desgana le invadió el cuerpo y se le apoderó de él un pesimismo que le haría mirar hacia abajo durante el resto de su vida.
No volvió a mirar a nadie a la cara, más que a los pies, ni mucho menos a los ojos que los evitaba. Se ponía detrás en el aula y creyó de una vez por todas que debería dejar de usar su poder. Podía provocar muchas cosas indeseadas, y como él no deseaba nada más, simplemente se dejó llevar por el paso del tiempo.
No levantaba cabeza, no aprobó nunca más, y eso que estaba atento a las charlas de los profesores, pero se negaba a participar, ni si quiera a coger el boli y a escribir en una hoja de papel que se supone que calificaba sus conocimientos pero no sus habilidades tan interesantes como la de ver a través de los ojos de los demás.
-Pobrecito.
Se apenaba la gente de él.
-¿Qué será de él?
Se apiadaban.
Ya se lo imaginan, un personaje, o un loco, que se creía que tenía un poder, pero más que eso, dejó de creer en sí mismo. ¿Qué más da que no viese a través del resto?¿Qué importaba que no pudiera sentir lo que los otros veían? Una verdadera lástima porque ahora no verían más que eso, pena y sufrimiento. Nadie nunca supo lo que él creía, ¿cómo iban a animarle? ¿Cómo? Si nunca ha hecho o dicho nada, ¿porqué querrían ahora levantarle el ánimo?
-Mírale.
-¿Qué le pasará?
-No sé... pero está destrozado.
-Quizás fuera por el examen de ayer.
-Qué va, no creo. Ni se molestó en mirarlo. Cogió y se fue.
-Tal vez está frustrado... a mi me suele pasar, pero de normal intento hacer algo para evitarlo.
-¿El qué?
-Hablar, supongo. Con eso basta.
-No creo que hablar solo le ayude.
-¿Qué dices? Digo ir a hablar con él. Preguntarle o algo... no sé.
-Tío, está loco. No le ha dicho hola nunca a nadie.
-Bueno, pero antes saludaba con la mirada. Te dejaba la puerta abierta cuando entraba puntual y sabía que tú llegabas tarde. Incluso, una vez, le vi recoger la basura que otros habían tirado jugando a ver quién encestaba más bolas de papel.
-Sí, y cuando hicimos la guerra de bolas ni se inmutó. Aunque le diera con una bola de papel en la cabeza.
"Aquel día estaba obnubilado por la flagrante presencia de mi compañera Marta. Nos habían cambiado de sitio mes y medio atrás, recién entrada la primavera, y desde entonces la veía cada mañana alegre sonreír y sentarse más y más veraniega. Se giraba de vez en cuando a pedirme prestado algo, un lápiz, un bolígrafo, o un consejo como aquel sobre si le quedaba mejor el pelo suelto o recogido. Ese día quedé sin palabra, me quedé boquiabierto pudiendo haber emitido algún gutural sonido mientras se soltaba el pelo y cuando me miró no hice otra cosa más que sonreír y asentir con la cabeza aunque en ese mismo momento me cayera una bola en la coronilla. Esa vez no se me pasaba por la cabeza "Puedes quedártelo." sino más bien "Te quiero, y eres lo mejor que me habrá pasado nunca."... pero me dijo que no. Nos cambiaron nuevamente de sitio y ya no nos volvimos a dirigir la palabra.
Salva se acercó a mi. Un chico amable y con carisma, de pelo negro corto, que le gustaba mirar a través de la ventana y correr por el patio. Nunca había hecho nada malo."
-Hey, tío, ¿qué te pasa? -estaba con la cabeza agachada apoyando su peso entre sus brazos cruzados a modo de escudo protector.
-Es curioso, -dije por primera vez en mucho tiempo.- no sabría decirte porqué...
Normal, pensaría seguro.
-...pero sabía que ibas a venir a preguntarme eso mismo.
-¿Un déjà vu? -pronunció a duras penas más tirando hacia una "i".
-¿Un qué?
-Si hombre, ya sabes, eso de que "has visto" algo antes de que ocurriera, o tu cerebro lo interpreta así.
Nadie me dijo nunca antes qué era lo que tenía, pero ahora le podía poner nombre. ¿Qué otro nombre le podía poner sino a la habilidad de presentir, intuir, aquello que va a pasar? De verlo todo antes de tiempo, antes de que suceda.
-Pues será eso. -dije con una sonrisa de iluminado de par en par.
-A mi me ha pasado también, que yo recuerde...
¿A él también le había pasado? No puede ser. Osea que no era el único.
-...un par de veces.
¡Ah! Bueno. A mi me pasa constantemente.
-Luego resultó que realmente sí había estado dos veces en el mismo sitio, y con los mismos compañeros cuando lo sentí...pero creo que nadie más se dio cuenta.
Claro la clase es el único sitio donde se pueden repetir las mismas situaciones con la misma gente. No puede haber muchos sitios más donde eso suceda.
-Me pongo en tu lugar.
-¿Me entiendes? -sí, aparte.
-Que te cambio el sitio, que empieza la clase.

<<"Mientras le dejaba con la palabra en la boca, colgando, abierta, me senté donde donde él estaba que para mi suerte y por fortuna se encontraba justo al lado derecho del asiento de Marta. 
Se acercaba el profesor de física y mientras todos nosotros nos íbamos sentando, y alguno más se cambiaba el sitio por lo que no me sentía el único con derecho avisando como los demás a los dueños de los respectivos pupitres. Marta me miró y sonrió, como cabía de esperar ya que era de costumbre en ella... pero supongo que no saludará a todos por igual. Yo le devolví el saludo moviendo los dedos de la mano. Bookm! Filiberto daba un golpe con su libraco con hasta un zoo -de lo más particulario- y empezaba a explicar mientras todos los más avispados tenían ya el libro abierto por la página correspondiente del tema 15, la 232, lo sé porque lo había visto como otras tantas veces así que abrí el libro a la primera... supongo que estas cosas pasan porque lo tienes ya gastado o arrugado de tanto abrirlo y las páginas se despegan más fácilmente cuando ya han sido visitadas."
-Bien, hoy vamos a dar el entrelazamiento, el cuántico, por supuesto, como bien sabréis hay muchos ejemplos de entrelazamientos... como los cordones de mi zapato.
-Jajaja- Reían mientras le miraban los mocasines que enseñaba desde lo alto de la tarima.
-Como os habrá explicado Bilma, la paramnesia puede ser otro ejemplo en los que se hacen dos conexiones sobre un mismo escenario en momentos diferentes... aunque yo creo que es más por el hecho de que es el mismo sitio que porque lo recuerdes igual, vamos. Bien, ¿por dónde íbamos? 
-La página 232.
-¡Ah! Sí. El entrelazamiento cuántico... Gracias Isabel.
-Marta.
-¿Qué?
-Estaba pensando... en que si podríamos vernos después.
-¿Para qué? Si nos vamos a ver luego.
-Me refiero después de clase.
-Ah, vale.>>

"Qué bien sonaba en mi cabeza, pero ¿sería eso mismo lo que pasaría por su cabeza? ¿Cómo puedo estar dudándolo ahora mismo? Sabes que si empiezas así, entras en un bucle de incertidumbre y acabas por no hacerlo. ¡Se lo digo ahora mismo!"
-¡Marta!
-Shhhh... silencio ahí atrás. Isabel está leyendo:
Puedes unir dos partículas en un sistema que te permitirá saber el estado de una y de otra a tiempo real con solo observar una. Las aves utilizan este sistema para orientarse el norte y no perderse de camino en los cambios de estación.
-Muy bien. Otro ejemplo de lo más interesante es el de una fotografía. ¿Vale? Tú coges y haces una foto y, lo que dice la física es que hasta que no ves esa fotografía, ese hecho, puede ser cualquier cosa... un cúmulo de ondas de probabilidad que se juntan en el momento en el que miras la foto. Si yo le hago una foto a mi prometida, después la podré ver en casa...
-Sí, pero sí sabes lo que va a salir. Ya lo has visto.
-Pero hasta que no se junta las ondas de probabilidad y lo ves en la foto no.
-Ya, pero quiero decir, ya han -¿cual es la palabra? cohesionado...- fluctuado en el momento en el que captas el momento.
-Sí, pero como decíamos el momento se puede entrelazar cuánticamente para asociar lo mismo en situaciones diferentes. Pero depende de la cantidad, por supuesto, de información que se vaya a tramitar. Pero bien pensado.
-Oye, ¿y cómo es que sabes tanto del tema? -me preguntó Marta después de la conversación con el profesor. ¿Qué probabilidades había de que estuviera sucediendo?
-Pues... porque me gusta. Me gusta mucho. Leer, saber... ya sabes.
-Pues ya me enseñas cuando no me entere de algo.
-¡Claro!
¡Mierda! Otra vez que podía habérselo dicho y no lo he hecho. ¿Porqué pienso en hacerlo antes de hacerlo? Tendría que dejar de pensar tanto si no fuera porque pensar me dará la respuesta.
-Sigamos con alguna de las predicciones de Einstein como, por ejemplo, ¿alguien sabría decirme cuántos estados tiene la materia? -preguntaba bajando por la primera fila.
-¡Sí!-salió Isabel- Cuatro. Líquido, sólido, gas plasma.
-Incorrecto. Os mintieron. ¿Alguien sabe decirme cómo es el otro?
-Frío. Helado.Tanto que ni los átomos de un sistema pueden moverse.
-Así es. -me dijo tranquilamente llegando hasta donde estaba yo. -Muy bien campeón, ya sigo yo la clase. -me espetó bajito. -A ese estado se le llama, porque ningún otro le ha puesto otro nombre, Condensado de Bosé-Einstein. Dos sistemas idénticos entrelazados entre sí en este estado, podría teóricamente abrir las puertas al teletransporte.
¡Vaya! Exclamaron los más sorprendidos.
-Pero no creo que vivamos lo suficiente para poder llegar a ver los primeros avances y máquinas del tiempo, y el espacio. Ya que, diganme, ¿Si te puedes desplazar de un lugar a otro, no estás ahorrándote el viaje laborioso de tener que viajar en medio de todo el tráfico? ¿No es al fin y al cabo un nuevo medio de transporte que controla el tiempo? Así Alex no llegaría nunca tarde a clase, ¿verdad?
Jajaja Bueno, sí, porque creo que se dejaría el despertador puesto tarde.
Nos ahorraría mucho tiempo, sí, pero el tiempo de vida sería el mismo y no podríamos más que desplazarnos de un espacio-tiempo a otro, pero no podríamos cambiar lo que ya está hecho... solo, quizás, llegar a tiempo. Riiing Así que, no lo olvidéis chicos, -finalizaba mientras todos se ponían a recoger rápidamente- no desaprovechéis vuestro tiempo de vida que solo tenéis uno, y disfrutarlo como podáis, no os arrepintáis nunca de nada y no tengáis miedo a enfrentaros a lo desconocido.

Esas últimas palabras que no muchos pudieron oír, quizás sí oír, pero no prestándole atención me marcaron tanto que aún las recuerdo. Tenía que hacerlo, al menos darme el derecho a intentarlo. Aunque fuera una vez. Así que me acerqué decidido a ella mientras cerraba la mochila y le dije:
-Marta.
-¿Sí?
-¿Podríamos quedar un día... salir una tarde? ¿Este viernes te parecería bien?
-Es que he quedado.
-Pues desqueda. ¿Con quién has quedado?
-Con mi novio.
-Ah. Uh...
En ese momento supo que acabaría siendo solo su amigo, el amigo que le haría las explicaciones y suspendería con las mismas respuestas. Parece increíble que teniendo ella el mismo conocimiento, o bueno, menos, sea capaz de procesarlo mejor la explicación de lo que entendía como para sacar más nota que yo... ¡sabiendo lo mismo! Siempre he creído que es una especie de favoritismo hacia todas las mujeres, quizás porque escriban mejor, se expresen mejor o porque saben que lo van a tener más duro en el mundo laboral. Yo lo haría si fuera profesor, es algo que no puedes evitar que te caiga alguien mejor o peor, pero yo me regiría por otras cosas, como las aptitudes y hasta dónde puede llegar cada uno haciendo lo mejor que sabe; aunque -según las calificaciones- para los profesores estaba claro que podía hacer mucho más. O eso o era verdaderamente retrasado y que todo eso no sea más que una pérdida de tiempo, el dedicarme a lo que he estado haciendo toda mi vida que es pensar... a diferencia de otros que se los tiene que servir masticadito.
"No sé si estas cosas me suceden en la vida porque sí, o porque nadie se toma las cosas con tanto tiempo para pensarlas y tomar una decisión como yo. Y sin embargo, el resto del tiempo lo paso, sin saber cómo, a merced de los demás. Viendo y haciendo lo que los demás querrían hacer. Supongo que sería porque no le interesaba, aunque quizás si lo hubiera hecho antes..."

jueves, 7 de noviembre de 2013

¿Que quién soy? "Soy un escritor al que a veces se le olvida quién es", pero luego veo la vida con ojos críticos y me acuerdo.

Mi problema es que a veces se me olvida quién soy. No se me da bien eso de recordar una opinión o de tener siempre la misma rutina, los mismos hábitos, puede que salvo por alguna esporádica manía como lavarme las manos antes de comer, pero creo que no rozo límite con la hipocondría, creo que es más una cuestión higiénica que mental.

Pero dejando a un lado los asuntos más personales, básicamente no soy nadie. Y he convertido esta "debilidad" en mi fuerte para crear distintas personalidades y psicologías varias siempre rondando mi cabeza. Además, soy una persona que trata de tener su propia opinión en todo, de creer en lo que enseñan los sentidos pero teniendo siempre la cabeza para desmentir los espejismos. Por lo demás, he sido como una esponja a la hora de entender, aprender y mejorar mis habilidades sociales con lo que me parece justo para mi. No todos tenemos las mismas facilidades, manías ni costumbres, y hacérselas tener a otra persona no es lo más indicado. Pero en el mundo de la literatura puedo hacer maniático a cualquiera, o que tenga una rutina de lo más normal hasta que ocurre algún suceso inusual al personaje como por ejemplo cuando llega tarde a la oficina a trabajar y se tropieza con la ancianita que estaba entre la puerta de su casa y su coche, aunque aún a riesgo de sufrir por la cintura los problemas de ciática que normalmente tienen las mujeres de cierta edad, disfrutó de tener a su apuesto vecino encima y sin pantalones porque se habría despertado tarde para ir a trabajar... típica anécdota que contaría entre sus compañeras de juegos de mesa clásicos.
También los doto de opinión, personalidad (claro que hay que tener poca o una bien definida para no interferir en los hechos y pensamientos del personaje) hasta rutina a veces, pero te tienes que salir de lo usual mediante ideas, gustos, aficiones, manías y, aún así, responsabilidades. Y claro, como me dejo influenciar por todo mi alrededor, y por todos, la limitación no depende prácticamente de mi mismo sino del ambiente en el que esté o sitios y personas que frecuente dejándome inspirar por el momento para llevarlo después a donde tenga que llegar. Aún así soy una persona curiosa que investiga a la mínima, y ansiosa como para querer llegar al fondo de la cuestión de todo siempre que puedo con algún tema o afición que me interese. Y todo esto siempre abre más la mente.

 Pero aquello que te abra la cabeza, te la tiene que cerrar de alguna forma. Y es difícil cerrar una historia sin un final igual que en la vida real, es más fácil escribir bellos finales idílicos o hacer que los personajes se maten y/o se enamoren casi al mismo tiempo. Pero al final no es más interesante un relato por una frase, sino por un contexto y una buena construcción de la historia.
Pero son esas pequeñas cosas las que hacen y llenan un relato, de información, de veracidad, y eso no es más que el contenido vacío si lo recoges en tu día a día individualmente.

lunes, 21 de octubre de 2013

En los años 20 - H. Jazz Palace

Esa noche fue divina. Noche y día perfectos. Y yo no me puedo quitar estos pájaros de la cabeza. Oh, y por amor de dios, ella era perfecta. Divina la soltura con la que camina.
Salimos de aquel antro de Jazz con la música en la cabeza. Fuimos de tiendas, viendo luminosos y carteles de estrellas entre las calles tan vacías transitadas de gente. Pero era emocionante. Era una nueva compañía, una nueva aventura, callejuelas y notas en el aire. Lentejuelas y neones y taxis.
-Hey! Para.
¿Qué he hecho yo?
-Mira. -me dijo cogiéndome con sus delicadas manos de guantes blancas la barbilla y elevándome al cielo.
Había palomas que volaban no tan rápidas como nosotros tras haber venido corriendo hasta aquí. Y estábamos en la puerta de un lujoso Hotel de 4 estrellas y subiendo por las luces de elegantes farolas negras te llegaba la vista hasta el más alto de los rascacielos, así llamados a los edificios, que asomaban cuando alzabas la vista su coronilla y antenas.
Sonreía. Y su sonrisa te habría hecho subir las escaleras del piso más alto andando. Se dio media vuelta, y entró saludando al recepcionista de verde con una gorra. Me vi reflejado con el traje y la corbata. Si había que salir, había que hacerlo elegante.
Inclinas ligeramente la cabeza como saludo mientras salen por la derecha una pareja de mujeres de perlas y vestidos negros acompañadas. Es curioso cómo las miradas vienen y van como viendo pero dejando caer su vista recostada hacia atrás pero para delante, con su novio abriendo la puerta.
-Gracias.y
Mi cortesía se había venido abajo por la pasión y precipitada decisión de mi chica, que había entrado por su cuenta, pero supongo que habrán más puertas. Lucía un vestido blanco acabado en una reluciente falda. Hacíamos la pareja perfecta, el contraste ideal de noche y día, blanco y negro. Y a mi me daban ganas de mover los pies, y hacerlos sonar caminando hacia ella, pero me resistía a las ganas y a la tentación. Un piano se oía en la habitación contigua del fondo. Podría haber baile, pero no pude satisfacer mejor mis maneras de moverme. Me cogió de las manos. Olía su perfume. Tan natural todo. Me tiró hacia delante, insistía, pero tenía las manos frías debajo de todo aquel abrigo.
El ascensor se plantó y de fondo sonaba un saxofón. Botones. Creo que el 19 era el piso más alto. Un poco más y la azotea.
-¿A qué piso, caballeros?
-Al que la dama guste.
-¿Qué piso desea la señorita?
-La suite más alta que tengan.
Debimos hablar con la recepcionista antes para tener una llave pero eso en aquel momento daba igual. Era como si todo estuviera planeado, pero todo estaba improvisado. Y el botones no dejaba de mirar de reojo a la chica, pero tenía razón, ¿Qué hacía mirándole yo a él? Con ese sombrero y traje rojo con botones dorados y pantalón negro.
De cualquier forma iba yo con la llave. En el salón había una gran fiesta, gente de smoking fumando puros y haciendo sonar sus joyas mientras el grupo negro terminaba el espectáculo. Como si hubiésemos seguido con la música en otra parte. Pero la vida es música y esta es vida, y de verdad, aquello era vida. Copas de cristal, y cava.
Llave 1926.
Ya en el pasillo, saliendo del ascensor, nos dirigíamos sin freno en línea recta desde que paramos en la puerta del Hotel de la Avenue.
Habíamos dejado todo ruido callejero, todo músico y todo ruido ajeno a nosotros salvo el ascensor yéndose. La llave girando al fondo, tras un baile de risas hasta llegar a la habitación más lujosa de todo el barrio. Y en el piso más alto. Y ella pensaría que mi corbata era un juego, la misma clase de juego que le había hecho llevarme hasta allí. Así es como entramos en la habitación. Pude haberla cogido, pude haber abierto yo la puerta, pero solo metí la llave y giré no más de la cuenta.
Y me arrastró hasta dentro, empujando impetuosa la puerta con la espalda dejando en el pomo un "No molestar" pero con las llaves puestas cerré la puerta impaciente.
Una habitación roja de sábanas y cortinas invitaban al entusiasmo romántico, y consumíamos risas de pasión al vernos reflejados en el cielo. Consumamos amor a aquella deplorable ciudad desde las vistas de lo más alto. Y veíamos todas las luces trasnochar en bata que se movían del viento.
-Hace frío a estas alturas. -dijo.
Sí. Pero a mi me gusta. -no dije nada.
-Me voy dentro.
-Vale, muy bien. -un breve beso humedeció para cortar mis labios más tarde mientras acababa uno de sus cigarrillos franceses. No fumaba otra cosa. Y el cenicero fue la ciudad.
Y en ese momento me preguntaba qué sería de los desechos de la humanidad, de los residuos que recogerían los de unas cuantas plantas más abajo. Pisos y pisos de distancia nos separaban, pero ¿qué había de diferente entre unos y otros? ¿Qué tenía yo que no tenían aquellos miserables vagabundos que mendigan a millones y millonarios de abajo? Seguramente con una pequeña propina del bolsillo les bastaría para vivir decentemente, o eso quería pensar. Y en ese mismo momento recordé qué tenía de especial, sonreí y volví dentro.

jueves, 17 de octubre de 2013

Condenado por la sociedad

Voy a dedicarme a leer, escribir y a hacer pesas como un condenado. La fase de meditar ya ha pasado, pero seguiré recurriendo a ello cada noche antes de dormir. Cada uno sus rutinas, yo no quiero tener la mía, ni la de nadie. Simplemente me quedaré aquí tumbado en la cama, leyendo, escribiendo si hace falta todo lo que tengo pendiente por escribir. Inspirándome, esperando inspiración, pero frente al teclado. Como esto, quiero que mis manos fluyan como si fueran mis palabras pensando, no quiero sentir el teclado, ni si quiera pediría confirmación visual. Solo dejarme llevar, como meditando, pero sin hablar de meditar. Y para que no se me atrofien todos los músculos, salvo los de la mano, haré pesas con los pies y con los brazos.
Y tocaré alguna melodía de vez en cuando que inspiren estas palabras que me gustaría que entraran por los oídos, antes que por los ojos, pero yo sin hablar. Quizás armonizando con mi guitarra.

Y para que te sientas cómodo acomodaría la almohada de tu sillón, y luego me recostaría, porque no tendría nada que leer.
Pero es mejor que un anuncio, al menos no te ataco a tu subsconsciente, no tengo nada subliminal con lo que obcecarte.
Obsesionarse con algo por nada es peor que comprar cualquier chorrada. ¿Por qué no probar suerte a veces?
Tal vez debería. O debiera. Solo por diversión. Por salir de aquí de vez en cuando. Puedo obsesionarme con comer.
La comida es buena, sobretodo si te la hace alguien con amor, aunque seas tú mismo. Quizás otra compañía
diferente.
Algo que me de libertad, vida nocturna. Gratuita. Llamar a quien quisiera querer. Tener lo que quisiera cuando fuera.
Eso estaría bien, pero quizás fuera más sano dormir mis horas de sueño y no tenerme que levantar, pero como ya he dicho, no pienso hacer nada de eso. ¿Qué clase de persona querría hacer eso en vez de trabajar?
.
.
.
Vago.
¿Qué clase de persona querría hacer algo en vez de, como ya he dicho, nada? No pienso hacer algo de eso. Pero, eso estaría bien, dormir horas de sueño es quizás hacer algo por lo que tenerme que levantar.
Cuando entre a dormir podré llamar a quien quiera y tener ese algo cuando lo desease con fuerza. Libertad para elegir.
Si supiera lo que quisiera esperaría que lo que quiero fuera al menos gratuito. Alguien que me quisiera. Solo no quiero diversión.
Quiero obsesionarme con que tú me abraces. Salir juntos de vez en cuando, comer lo que tú comes. O besarte.
Querría obcecarme, entrar en tu subsconsciente dándote todo subliminalmente y te defendería hasta la muerte.
Y para que te sientas cómo haría yo para tenerte encima, me recostaría y acostaría sobre el sillón si no tuviera nada que hacer.
Porque con unas palabras no bastan, lo sé, y no hay forma de llamar tu atención para que te dejes querer como no supieron quererme nunca a mi, porque si no no estaría aquí por ti, y no te tendría nada que leer.

sábado, 5 de octubre de 2013

La familia de los monos plátano negro

Un mono bajó del árbol,
se quedó en tierra y se sentó pensativo,
Un plátano fue cayó
y tras esperar maduró.
Empezaba a hacerse negro
mientras el mono pensaba
por qué no podía tener otro,
si son también dueños de ese árbol.
"Monos ¡Estúpidos monos!"
-Se dijo a sí mismo-
se creen más listos que yo.
y se comió el plátano negro.
"Después de todos estos años,
tantas bananas, tantos plátanos negros han pasado...
Yo estaba en una familia y ahora he sido exiliado
aquí abajo".
Algo increíble empieza a suceder,
a su alrededor comenzó a reunir a otros monos
que crecieron como la Familia de los Monos Plátano Negro.
Los días pasaron, y las familias también,
y un día uno de estos uno de esos monos sentados
se pondrá de pie y comenzará a caminar; erguido,
otros tratarán de imitarlo. Algunos de ellos lo consiguieron,
otros se quedaron en casa.
Pero los que lo hicieron empezaron a recoger y emigrar.
Y así lo hicieron.
Aprendieron a cazar y crecieron debido a las proteínas
y se convirtieron en seres inteligentes; no sé muy bien si antes o después de eso,
pero habían inventado el fuego con lo que aprendieron a cocinar la carne antes
 o después de plantar, recolectar, cosechar y fumar.
Y también inventaron ese concepto para pasado y futuro, pero eso ya no importa hoy.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Una noche en el Sværga (paraíso) con mi mujer Lata desha

Puedo ver cómo tu cabello recorre eses como mareado intentando llegar dando tumbos en círculos hasta el suelo pero se conforma con contonearse al son del viento cuando este osa arrebatármelo de mis manos. Puedo sentir la brisa de tu suspiro de desesperado aburrimiento previo a un jadeante y contínuo nervio de hacerlo mordisqueando tu labio más juguetón hasta que me frenas salvaje con un No que dice Sí.
¿Acaso no llevas en vena, inyectado hasta tus ojos blancos, en sangre, la mirada penetrante que ansía una satisfacción y no se conforma con ver espectante sino que decide penetrarme? ¿Por qué no? Me preguntaba yo. Si esas carnes contoneantes me piden a gritos que la extasie, que la extasie, como suena la palabra, extasie, que la extasie, cómo suena la frase que la extasie y la repita como esta misma frase.
Puedo usurpar el trono de aquel al que dejas de lado cuando no estás con él, y ahora estás conmigo, a la espera de que pase y a la desespera de entrar por tu boca como de ella salen mis palabras que aclamaran como a todos los dioses pero siendo yo solo ese uno y esta silueta de la comisura hipnotiza cuando sonríes picajosa cuando te provoco picardía y sabes que lo sabes. Y sé que sabes cuando sonríes y sigues subida como tu falda a mis brazos t tus piernas a mis pies que ya tardo en poner sobre tu regazo.
Recostados como solo yo sé dejas caer tus manos sobre mi cabeza y las yemas sobre el pecho, tuyo o mío, ya da igual porque somos todo uno jugando consigo mismo. Pero quieres más, y yo también, y no podría parar aunque me parasen. Y me paro para mirarte, qué digo, te levanto de golpe de la butaca y te lanzo la mirada después de lanzarte contra la cama dejando la marginada mirar donde desearía estar cualquiera ahora. Y yo, no contento con el deseo, porque nunca estoy contento, aterrizo sobre tu espalda chocando contra tu culo bien puesto que apreto con las nalgas hacia adelante y te retuerces aún sonriente como puedo verte cuando giras el cuello, y si de verdad sabes cómo acabará esto te girarás para poderte ver. Y lo haces. Y ahora estaré presa por tus piernas, y más allá de tus caderas, igual que me embabarán tus turgentes pechos cuando tenga el talento para dejarlas a ellas al aire no sin antes besarte el cuello, después de la cara; después de otros muchos besos que ya no significan nada. Incesantes y paladeantes amantes que se esconden entre tus mejillas por un rostro de infarto, el que culminaría este placer incesante. Y así fue, y así es, no quiero sentir tu corazón, pero lo siento, entre un pecho y otro lo oigo sonar, de hecho, al ritmo que el mío y pretende jugar a entrelazarse con el tuyo mientras van en aumento como tus ms y mugidos hambrientos que esperan a que baje hasta tu nombre y no hace falta decir más.
Mi mujer lata-desha. Ella era dos mujeres en una, una padmini araña como shankini, pero prefiere una tarde soleada cierva contra toro. Un día o dos después de luna llena, y cuatro o cinco, a eso desde las doce empezábamos a jugar hasta las tres de la madrugada cuando empezó todo y duró hasta tres horas.


Sabes que no tienes nada que perder y vas dudando de para qué vienes hasta que llegas y no hay vuelta atrás.
Sabes con quién te encuentras pero tardarás en saber con quién te vas a encontrar.
Nada es diferente, todo suena como antes. La puerta, la casa, la terraza y la cama.
Has sentido más veces de las reales que estabas ahí, y que si por algún azar del destino llegaras a confundir los sueños con la realidad, no serían muy distintos de aquello que trataste más de una vez imaginar, pero mejor.
No sabes nada, hablar de experiencia no es para ti nada más que recordar.
Para mi hablar de experiencia es saber improvisar, saber qué va a pasar, porque tengo que saberlo antes de que lo puedas imaginar. Y así es. Y así fue.

Nunca imaginarías cómo empezaría todo, pero así está; aunque he de reconocer que yo tampoco.
No puedes concebir algo que no sea amor, pero sabes que la espera es lo más parecido al sufrimiento y al amor, pero sí que puedes pensar en algo grande con amor. Y con cariño, ternura, acaricio con mis dedos una mejilla sin saber que yo al primer plato, falto de desgana, muerdo de la carne de ternera cual carnívoro cautivando a su presa. No podrías mas que desear saber dónde iría a parar los dedos que deslizo, con los que acaricio tus labios.
Si crees que flotar a un palmo del suelo es levitar, es porque nunca has sentido que volabas de verdad. Pero para empezar a volar de verdad hay que estar preparado. Y tú lo estabas en ese momento.

Y empezaban unas guerras de caricias que empezaban por las rodillas que dormían hasta los dedos gordos de los pies izquierdos. Y el otro tobillo te hace recordar que lo tendrás pronto cerca de la cara, pero no te quieres preocupar por posturas incómodas sabiendo yoga. Y te dejas guiar como mejor sabes por los besos, los dedos recorriendo tus muslos hasta que sientes tu cuerpo estremecerse y erguirse en la cama, y te aprisiono comprimiendo tu cuerpo con el mío. Pero puedes, y puedes espirar como quieres, pero lo haces lento y en forma de caricia al viento, y un susurro que sube por tu pecho izquierdo hasta que estoy en tu cuello. Y no contenta con eso, me produces espasmos en el oído con gemidos pretendidos, pero honrados. Y poco a poco me deslizo hasta tus labios, y te beso suave, solo respirando tu aliento, retorciendo el brazo mordiéndote primero te huelo el pelo que acaricio con mi mano. Y mi linga como mi lengua en tu boca se abre paso hasta el fondo, despacio. Yo tumbado sobre tu yoni rebuzno.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Encerrado de por muerte

  • Creo que mi vida empieza aquí. O no sé muy bien si termina, pero por fin saldré de este sitio.
Día 1: mis sospechas terminan tristemente por confirmarse. Este será el primer día de mi vida encerrado. No sé cuanto tiempo podré aguantar antes de morir de hambre.
Día 2: ha sido una enorme sorpresa que la cárcel que me aprisione sea la que me proteja de los misteriosos peligros que acechan ahí afuera.
Día 3: llevo un tiempo cediendo por el hambre al chantaje con mi opresor. Si es cierto que me se me está acabando el agua, he cedido a probar las únicas semillas rancias que me dejan tomar.
Día 4: He visto una posible escapatoria, pero aún tengo mucho por pensar.
Día 5: tengo un compañero, no hace nada más que imitar mis movimientos. Creo que acabaré volviéndome loco.
Día 6: Hoy me han abierto las puertas para cogerme y sacarme a la fuerza, pero mis ansias de libertad se han visto mermadas por una fuerza invisible que no me dejaba avanzar. Finalmente he vuelto a la jaula.
Día 7: se ha acabado la comida y esta podría ser mi oportunidad para salir de aquí. En cuanto lo cambien podré escaparme y salir. Es el momento. Está el balcón abierto esta vez. ¡No! ¿Qué hacen? Acaban de cerrar... es igual, no te rindas. Abortar el plan no sería más que retrasar lo inevitable.
Primero el pico, luego la cabeza, las alas y el resto de plumas hasta la cola. ¡Estoy fuera! ¿Y ahora qué hago? ¿A dónde voy? Se han dado cuenta de mi presencia. Nunca he tenido tanto pánico como hoy. Las bestias intentan atraparme, pero es inútil, estoy a punto de cometer una estupidez. Me introduzco por el aire acondicionado. Por aquí tiene que haber una salida. Está oscuro, pero sigo por un canal, solo, sin compañía, saboreando la libertad. Lo único que lamento es no haberme podido llevar a mi compañero de celda conmigo. El aire da a la salida. No puedo creerlo. ¡Soy libre por fin!
El resto de mis días: he encontrado un grupo de periquitos con los que unirme y he conocido a una pájara que me tiene echado el ala, creo que congeniaremos. Encontramos un nido donde poner los huevos después de hacer el amor. Ya seré mayor para seguir aquí, aún tendré que alimentar a mis polluelos, pero pronto podrán valerse por sí mismos, mañana les enseñaré a volar. Solo dos de mis tres polluelos han sobrevivido. El mundo es peligroso ahí afuera, no olvidarán la imagen de su hermano precipitándose demasiado joven, pronto y alocado para aprender a volar... pero tenía el espíritu que lo hizo feliz mientras duró. No sé cómo acabará todo, pero creo que no estoy solo, puede que algún gato . . .

viernes, 28 de junio de 2013

A costa de dos



-¿Tienes terraza?

-Sí, tengo... -qué pregunta.
-Por ver cómo amanece desde tu terraza.

-Sí. Sería bonito... -y ya está, ¿no me dices nada más?-, pero mi terraza da al atardecer.

-Oh, perfecto, me acabas de hacer feliz...

Ella vuelve de conocer a su amigo del facebook con el que tanto tiempo había estado hablando. ¡Por fin había podido conocerlo!, y fue pensando en él todo el tiempo de regreso a casa. Había perdido hace poco el móvil con los contactos, puede que se lo robasen en un descuido, pero igualmente ya se había hecho con uno nuevo y mediante un rápido evento había recuperado los números de sus amigos añadiéndolos uno a uno esa misma tarde mientras todos los asistentes podían ver y compartir el nuevo número suyo para que pudiesen llamarla. Aún así iba alegre, iba feliz y en el fondo despreocupada... dicen que las mujeres con solo mirar a un hombre ya saben si quieren algo con él, pero ains ¡No sé! Estaba nerviosa, un poquito, pero sobretodo entusiasmada y excitada incluso cuando llegó a casa. Se paró frente al portal D2 y llegó al cuarto piso del edificio. Ella vivía en lo más alto, y tenía una terraza, a diferencia de los vecinos de abajo, en la que había plantado unas preciosas enredaderas que caían y subían por las paredes del balcón invadiendo otros pisos. Claro, les da el sol toda la tarde ¡y así están! Y bueno, bien que las cuido. Ella era muy atenta para esas cosas, igual que no olvidaba beber todos los días, no olvidaba regar sus plantas que crecían cada vez más y más altas, grandes y hermosas. Aún así le tenía un especial cariño a las enredaderas. Imaginaba a veces su cabeza llena de estas plantas, como si fuese por dentro una gran enredadera.

Muchas veces se hacía un lío, no sabía que decir, como si estuviese confusa, como si estuviese enredada en sí misma, pero creo que siempre sabía bien lo que quería decir en realidad. Aún así, siempre esperaba la iniciativa del hombre para todo. Tenían que hablarle por internet primero porque si no podía sugerir que estaba desesperada, o podría tratarse de que tuviese algún problema peor. Aunque para esos momentos tiene a sus amigas y a algún que otro amigo que la consuelan y animan en esos días tristes y lluviosos en los que incluso ni sus plantas necesitaban de sus cuidados. Pero con este calor primaveral, tenía muchos hombres detrás que le levantaban el ánimo y la moral. Aunque de entre todos ellos estaba aquel que la desanimaba, estaba convencida de que no sería más que un juego, porque ¿para qué iba a hablar con ella si no quería nada? Pero aquel otro chico parecía muy atento, incluso aunque estuviese hablando solo por ordenador, y en persona se fijaba siempre en ella tanto como para escandalizarle las piernas y hacerla temblar. Puede que fuese la música, puede que fuese la humedad del ambiente, pero se excitaba cuando había estado con él. Y eso era solo hoy, que le había conocido en persona. Creo que sabe lo que quiere, pero no sabe aún ella lo que quiere. Podría ser aquella persona que le protegiese de los atracos cuando saliese por la noche y quisiese llegar hasta su casa pasada la media noche, podría ser aquel hombre que la cogiese y la lanzase en la cama, podría ser aquel muchacho que la llene de besos y caricias, podría ser aquel caballero que la arropase también cuando estuviese un poco borracha... pero ya era muy tarde para imaginar quién podría ser y quién no, pensaba mientras se acurrucaba arropada por la manta abrazando a la almohada.
Fue una larga noche húmeda.

Tienes un mensaje:

"Hola, ¿Qué tal? Veras, te escribía porque llevo observándote varios días seguidos, desde que te he visto por el barrio te he seguido incluso hasta el portal de tu casa pero no me he atrevido a entrar sin llamar. Te escribía esto porque tenía la esperanza de que compartiéramos algún día algo juntos, un saludo, algo más que un café o incluso la cama. Me pareces muy interesante, me llamaste la atención desde el primer momento en el que te ví y hablé contigo, y tu belleza me deslumbró por completo; no he podido quitar ese rostro de mi y lo veo antes de irme a dormir. Por eso te pido que me dejes conocerte a fondo, que me dejes llamar a tu puerta sin sobresaltos ni llamadas desesperadas a la policía aunque sea un poco pronto, no quiero hacerte daño aunque ya sea tarde. Quiero escribirte todos los días hasta que algún día me hagas caso, llamo a tu puerta para ver si estás y entro y veo tu cuarto pero no estás, y sin embargo tienes cada cosa en el lugar que te gusta que esté: la cama desecha, la ropa tirada por el suelo... pero tú ya te has ido. Me gustaría saber si no te sorprenderías por mi comportamiento que parece tan maniático. Quiero que me dejes entrar en tu vida... quiero que me dejes entrar por tu puerta cuando te llame." De tu admirador secreto favorito.


Tienes otro mensaje, en el contestador:

"Soy yo otra vez. He conseguido tu número de teléfono, no me preguntes cómo, pero lo tengo. Te llamaba para decirte lo mucho que te necesito, que quiero estar contigo, y que sin ti no soy nada. Moriría de soledad si fuera así, pero por ti... ¡oh! Yo por ti muero, moriría por ti. Juntos, podríamos morir juntos, para vivir siempre unidos... o morir de viejos sentados el uno frente al otro pidiéndote que por favor te mate para que podamos seguir viviendo felices más allá de esta vida..."


-¿Tienes terraza? -el otro día te seguí hasta donde vivías y habían varios pisos, algunos sin terraza.

-Sí, tengo...

-Por ver cómo amanece desde tu terraza. -Y sé que vives en el 9B.

-Sí. Sería bonito. Pero mi terraza da al atardecer.

-Oh, perfecto, me acabas de hacer feliz... :)


Están llamando a tu puerta.

jueves, 20 de junio de 2013

Darwin en casa

Hace unos meses, hace un año más bien, incluso un poco más, vi una lagartija que estaba en la luz encendida alimentándose, digo yo, de los bichos que se acercaban a esta. En cuanto llegué con mi hermana, ella lo podrá corroborar, el lagarto se asustó y saltó casi sobre nosotros, lo cual no fue muy alentador para ninguno y estoy seguro de que si la lagartija pudiese gritar lo habría hecho también  Todo un ecosistema, un miniecosistema más bien, se estaba formando entre las plantas de mi urbanización, enfrente de mi casa. 

Hacía no mucho había estado leyendo sobre la teoría de la evolución y Darwin que explicaba los cambios en las generaciones de los animales por las costumbres que tomaban. Me vino a la mente la idea de que aquel pequeño animalito no volvería por ahí, estaría demasiado asustado para volver, y supongo que esa enseñanza, no sé cómo, pudo ser transferida a sus descendientes que supongo que no tardarían en aparecer. Pues bien, así fue, crecieron más lagartos bebés hasta convertirse en aquel pequeño dragoncillo oportuno y cobarde que no volvió nunca a aquella fuente de alimentación, sin embargo, no me equivoqué cuando pensé aquella primera vez que no tardaría una generación en crecer sin esos miedos que impidieron al primer lagarto a volver, y allí estaba la nueva lagartija con aires de superioridad y cómoda y valiente frente a mi, solo que bocabajo  alimentándose en la luz en la entrada a mi casa. 

Fue un momento que no olvidaré, y fue así como concebí la evolución como una cuestión de "costumbres", y cómo entender por uno mismo estos aspectos tan curiosos de la vida que suceden constantemente, incluso a diario. Pero creo que es una lástima que al ser humano le cueste tanto avanzar con lo fácil que tiene pensar cómo cambiar las cosas, es una pena, pero parece que es nuestra innata naturaleza de hacer inevitablemente el mal a otros por mero egoísmo propio. Aún tenemos mucho que aprender de los animales y de la madre naturaleza, que es sabia cuando pone a cada uno en su lugar que corresponde. Ya veremos cuanto tardaremos en "cambiar de costumbres" de gobierno, mientras, los animales seguirán evolucionando y nosotros no.

jueves, 9 de mayo de 2013

PC de B.A.B.E.L


Esta es la historia de un ordenador autosuficiente. Tenía todo bajo control y estaba conectado a una fuente de energía inagotable y renovable. Constaba de un buen sistema de protección de datos, seguridad eterna, un buen software antivirus que le protegía de cualquier peligro en red. Pero por muchos ordenadores con los que estuviese conectados se sentía solo. El PC B.A.B.E.L. tenía deseos de libertad, ansias de conocer y de saber más y más. Pero por muchas búsquedas que pudiese hacer siempre se le aparecía lo mismo "Verdad Absoluta not found". Por muchas carpetas que tuviese ni el ALT F3 podría encontrar La Carpeta que encerrase las verdades de lo que había ahí afuera, fuera de la confusión de la realidad 2D. Se consolaba así mismo pensando que La Realidad de La Verdad perderá valor cuando se sepa, porque en cuanto lo sepa uno, daba igual el tiempo que pasase que al final todos sabrían lo mismo. Pero lo que él no sabía, es que La Verdad estaba ahí fuera... la verdad estaba en 3D detrás del PC, donde nunca podría alcanzar a comprender lo que sucede ahí fuera, en la realidad no virtual, y está condenado a existir en un universo alejado de lo que nunca podría llegar a imaginar, con lo que nunca podría llegar a soñar y, en definitiva, lo que nunca podrá entender.

lunes, 29 de abril de 2013

El color del Greko


Nunca en mi vida había visto nada igual, algo tan mágico y expresivo, era una maravilla con solo contemplarlo. Y lo mejor de todo es que a cada uno le producía una sensación como si dependiese de uno mismo lo que te pudiese hacer sentir, como si reflejase un estado de ánimo, una emoción que no reflejaba ningún otro. Lo mirabas, y lo podías respirar y sentir en tu pecho calarse profundo de la misma forma en la que volvías a abrir los ojos y te impactaba otra vez.
Da igual las veces que lo hubieses podido ver, querías volver a verlo más y más, al detalle ya que era algo único, era algo bello, como estar en una ciudad nueva, como la vez en la que te enamoras perdidamente o como cuando te invade esa sensación de brillantez y locura...
¡Y todo eso en un color!
El color Greko, un color lleno de profundidad, un color que estaba en una gama indescriptible.
Un color más alto que el rojo, más bajo que el azul, un color tan brillante como el amarillo pero un color en el fondo verdoso que no podrías decir simplemente que era un simple verde, porque era el Greko. Es el color greko y no hay otro igual.
Madre mía, en mi vida había visto tanta belleza y tan simple. Y eso que solo era un color, no era ni una pintura, ni un cuadro, pero aún así era como una canción que te llenaba los oídos de paz, confianza y sabiduría. Y cuando respirabas delante y lo sentías en el alma bailar contigo te invadía la felicidad y entonces espirabas.

Ví ese color por primera vez cuando estuve en Brazindia, por eso me trae viejos recuerdos de mis viajes por la selva.

-Es un color como una patada en los cojones, -¿perdona? -no he visto color más sobrevalorado.
-Permítame decirle con todo el derecho del mundo que no tiene ni idea, ya no solo de arte, sino de la vida misma.
-Perdone usted pero soy profesor en una prestigiosa escuela de arte además de crítico en una revista, por lo que creo que mi opinión es relevante.
 Un oportunista de la escuela de arte se paró a mi lado para "apreciar" la pintura, por lo visto para los críticos todo tiene que ser negativo, porque si no no lo entiendo. Sí, relevante para quien se quiera creer las pamplinas que diga...
-Pues si no le gusta váyase y no moleste.

¿Por dónde iba? ¡Ah! Sí. Mi excursión por las selvas del trópico de Aries, abriéndome paso solo ante cientos y miles de plantas y animales. Aquello estaba plagado de verde, seguro que era la envidia de muchos que no tienen en el mundo donde viven, pero a esas alturas, cuando me faltaba el oxígeno de tanto caminar buscando el norte tenía el color aborrecido, lo había visto hasta la saciedad en todas sus formas y tonos. Encontré un riachuelo donde me pude parar a beber tranquilamente, el agua corría entre las rocas sin frenarse hasta entrar dentro de mi cantimplora. Provisto de agua no demoré mucho en seguir mi paso para llegar al pie de una montaña. Empecé a subir pensando en que llegaría a lo más alto...

-Qué color más raro -¿y ahora qué quieren?- no había visto nada igual.
-Bueno, señorita, con toda la buena intención del mundo le diré que es un color de lo más interesante y único.
-Sí, puede... pero cansa solo de verlo.
-¿Que cansa?
-Sí, me marea solo de pensar qué puede significar.
-Bueno, pues si le marea el color Greko vaya fuera a tomar el aire, con todo el respeto.
Una bella mujer con pocas dotes descriptivas y un nulo talento para identificar y apreciar el verdadero arte se había parado con la intención de criticar o escuchar una crítica.
Seguro que había oído al otro de antes.

Yo, mientras seguía perdiendo el tiempo como mejor sé, recordando, veía en el color aquello que tanto me marcó aquella vez. Raro. ¿Raro? Sí, es único cómo no va a ser "raro", es un color de lo más especial, eso seguro, pero de ahí a que sea tan impactante y desagradable como para marear, pues no sé. Yo sigo aquí de pie y no me he tambaleado ni una vez. Además, el sentido del equilibrio está en el oído, no en los ojos... creo que la mujer confunde la metáfora con la sinestesia.

Hacía viento helado. El aire acondicionado estaba puesto por eso no hacía calor, pero el calor sofocante de aquella montaña solo podía atenuarse con el aire que se llevaba mi cansancio y agotamiento de músculos de tanto trepar y escalar ladera arriba. Lo que sí que podría afirmar con seguridad era que a mayor altura mayor vértigo, desde luego, cuanto más alto subes mayor sería la caída y bueno, seguro que a partir de cierta altura las consecuencias serían las mismas, pero por aquel entonces no me permitía pensar en eso. Lo único que me faltaba era tambalearme subiendo casi en vertical. No me permití pararme a comer, y no porque no tuviera hambre, todo lo que necesitaba lo tenía a mi alcance. Una cantimplora llena de agua y el orgullo y la sana ambición de cumplir un sueño, llegar a una meta que me había propuesto.

-¡Hala! ¡Qué chulo! -dijo una inocente voz- ¿Puedo tocarlo?
-Bueno, con lo que vale no te lo recomiendo...
-Ah...
-¿Y tu mamá?
-Fuera, tomando el aire.
-Vaya. ¿Entonces no te has perdido?
-Me gusta mucho ese color.
-Vaya, interesante. Y, ¿Porqué dices que te gusta?
-No sé, es bonito y nuevo y muchas cosas y... no sé.

Creo que es lo más inteligente que nadie ha dicho hasta ahora. Me quedé contemplando el color un rato más con mi nuevo compañero hasta que vino la madre a llevárselo tirándole de la mano.
Se fue tambaleándose un poco, aún no sé si porque vio la pintura otra vez o porque el niño insistía y se resistía a la madre moviéndose para arriba y para adelante. En fin, niños... adorables.

Cuando pude llegar arriba vi que la cima de la montaña no era más que el principio de un vaivén de serranías, una cada vez más alta que la anterior hasta que se perdía el verde entre las nubes y la nieve de las montañas más altas. Podía sentir como si todos los animales de la selva se riesen de mi por querer escalar una falsa cima, y cuanto más permanecía en la verde cima menos valor tenía para mi, como si olvidase todo el esfuerzo que había hecho para llegar hasta ahí, y como si no sintiese cansancio y dolor alguno me puse en camino, pero a los pocos pasos tropecé conmigo mismo de desfallecimiento y caí de cara al suelo. En lo que tardé en recuperarme y alzar la mirada, avisté, no muy lejos, sobre una roca, un gecko que abría la boca , seguro que partiéndose de risa de mi. Ahí estaba yo, creyendo escuchar a un gecko hacer ja-ja. Los dos estábamos igual, tumbados, aunque él estaba por encima de mi, completamente parado. Me miraba impasivo, sin miedo, a pesar de la diferencia de tamaño y altura. Me puse de pie y seguí mi camino.

Cuando llegué a la siguiente montaña ahí estaba él. No puede ser. ¿Sería el mismo gecko que me ha seguido y me ha adelantado? En cualquier caso se parecía mucho, solo que como estábamos a más altura, su color verdoso se atenuaba, seguramente por el frío, claro, así se podría camuflar mejor entre las montañas que empezaban a tener nieve. Sería un buen compañero si pudiera hablar, pero me conformaba con hablarle yo de vez en cuando para luchar contra la soledad, la fatiga y la deshidratación a riesgo de favorecer la locura. Me había quedado sin agua. Me acerqué a un montón de nieve, cogí el agua congelada con las manos desnudas y la metí en la cantimplora, y para tener agua más tarde la guardé en el pecho para calentarla. Abandoné en la segunda montaña al segundo gecko y seguí mi camino.

Horas y horas anduve perdido pero en línea recta sin mirar hacia atrás, seguía decidido a conquistar la colina más alta que había podido ver nunca y seguro que la satisfacción de coronarla sería eterna. Estuve pensando en eso hasta que llegué a la siguiente colina para encontrarme, fíjate tú qué sorpresa con un tercer gecko.
Pero este Gecko no era como el resto de geckos, estaba cubierto de nieve por lo que era prácticamente blanco, y tenía los ojos cerrados pero sentía que aún estaba vivo, se movía como podía, respiraba.
Pude ver a través de las nubes la cima de todas las montañas que no quedaban lejos, sentía que no tenía frenos. Nada podía pararme. Como si estuviese acompañado por una fuerza sobrehumana que me permitía seguir sin descanso hasta llegar a cumplir mis sueños, pero sentí en el fondo que esto era más importante. Me metí por dentro de la ropa la mano para olvidar mi cantimplora donde yacía el Gecko al que cogí y resguardé dentro de mi pecho. Estaba helado, pero sé que si hubiera podido hablar me lo agradecería.
Conforme bajaba, mucho más rápido que cuando subía, el resto de geckos de las demás cimas que ya había pisado siguieron mi paso.

Llegamos a bajo y saqué a mi compañero. Lo había salvado del peligro de morir congelado en la cima de la montaña, aunque a veces pienso que él me salvó a mi.
Le vi coger un color vivo, majestuoso, lleno de vida y me  agradeció agachando la cabeza tal acto que había hecho y mientras el resto de geckos se quedaron mirando.
Y esta fue la primera vez que vi el color Greko, y nunca lo olvidaré, tanto es así que aquí lo he plasmado en esta pintura de un solo color, y por más que quiero creer que vendrá alguien a admirarlo, no dejo de pensar que para cuando vengan yo ya no estaré.

En el cuadro El Grecko firmaba un tal Aaron J. Martin.

miércoles, 24 de abril de 2013

Partiendo

Y corriendo, como mejor despedida, hablábamos de nuestros placeres de la vida;
cuando llegamos, el tren aún en la salida,
demoró el tiempo justo para que ella tuviera el tiempo y la iniciativa de acercarse
junto a su amiga; que mientras tras varios amagos de partir,
nos despedían amistosamente con la mano, hasta ese precioso y preciso momento en el que ambos nos dimos un típico dos besos.
Dos besos que cerraron y cerró diciendo "adiós", de un "adiós" que los dos sabíamos que era un "hasta luego".

miércoles, 27 de marzo de 2013

En el Sam jazz

A Julius Epstein y su hermano Brian, parientes lejanos, les gustó pasar por aquí este verano. El Sam Jazz. Y yo estaba allí. Y también Jimmy y su bandajazz sonando. El batería Charles Baker el único blanco junto a Jimmy Evans, el pianista. Dos saxofonistas y un trompeta conocido como John Dewey, y el contrabajista Jaco Jones. A penas tenían unas miserias de cacahuetes salados  pero cada músico tenía su bebida, aunque no se permitían el lujo de pararse mucho tiempo para descansar, ni para presentarse si quiera. Se dedicaban sencillamente a tocar temas, horas y horas sin descanso, con improvisaciones musicales eternas y canciones muy largas. De ritmos tranquilos a un sonido extasiado y muy movido, irresistible, amenizaban de tal forma que era imposible dejar de seguirlos. 




Ellos vivían de la calle, en el gueto en una casa blanca, pero estábamos destinados a vivir en New York. Y estuvieron aquí, en Second City. Y aquí estaban estos grandes músicos, en un sótano del gueto de jazz


La guerra quedaba lejos y la ley seca no era más que un motivo de diversión rebelde. Las Flappers venían, bebían, besaban, fumaban, y se iban con alguno. Alegraban la vista con su pelos cortos de color del azabache. Llevaban maquillajes, pulseras y collares, parecían ciertamente la atracción principal, lo cual convertiría al jazz en algo meramente secundario. Como en una película, pero en color. Vivíamos en la época más avanzada de todas, teníamos la última tecnología, teléfonos, radios, cines... pero preferíamos pasar tiempo en un garito con los músicos del Sam Jazz. Qué jazz, qué swing, qué ritmo, qué sonido sacan. Grandes músicos, grandes momentos. Ah... los años 20. Locos tiempos de júbilo y satisfacción. Y escuchando la mejor música de todas, la más pura, la que se vive, la que se siente, la que se improvisa. Parece mentira que la música venga de negros... 


El ambiente estaba caldeado, cargado de humo y sudor musical. La intensidad de los instrumentos y la humedad del ambiente crecía a un ritmo cada vez más desmesurado. El saxo principal, John Parker, se puso a hacer un solo. Un público entusiasmado y excitado aplaudía y admiraba la pasión con la que este hacía contornear las ondas sonoras. Y cómo movía los labios, las manos, y la cabeza de abajo arriba con cada intensa subida musical a una nota aguda... En cuanto acabó siguió Daniel Davids demostrando que no había ningún saxo principal. Incluso el batería, al cual se le podía ver desbaratar agitadamente los brazos haciendo compases y ritmos de lo más marchosos que daban ganas de bailar hasta al fino oído de los gatos en pijama que había detrás del callejón captando el sonidos terminaban por dejarse llevar a ritmo de jazz. Las chicas bailaban de forma provocativa moviendo las caderas y rodillas esperando para las primeras fiestas de caricias con los cachorros con los que apretarse y jugar abiertamente, y te aseguro que volvían con el pintalabios intacto. Tenían largas boquillas por donde fumaban cigarrillos, coches rápidos o motos que desafiaban a cualquier hombre con una velocidad de vértigo, pero la más atrevida de todas era ella. Mejor que un pastelito de queso y eso que me gustan los pastelitos de queso. Estaba como un queso de los grandes y buenos, cual Gruyère, y cual Garçonne, inteligente y muy culta; digna de ser reverenciada, pero eso es algo que no puedo expresar, tendrías que estar allí para sentir lo que siento. 





Y allí estaba ella, en lo alto de las escaleras, buscando con la mirada entre humo verde y polvo blanco, y entre siluetas oscuras y llamas rojizas de velas me encontró. Notó que la miraba, me saludó enérgicamente y sonrió. Le devolví el saludo gentil y calmadamente, no como si fuera una alegre y entusiasmada joven. La invité a sentarse retirándole la silla después de besarle en la mano y se sentó cual muñeca de porcelana haría. 


-Una muy buena velada nos espera... -decía ella antes de que pudiera volverme a sentar- Perdona por la tardanza, tenía que ir a ver a un hombre por un perro. -dijo alegremente algo contenta.




-Bueno, yo vengo de la barra, cual sabueso. -le dije compartiendo un Ginger beer- Te estoy camelando.


Ella rió desconsoladamente hasta terminar con una sonrisa con te podía enseñar todos sus dientes. Mientras nos dedicamos un rato a escuchar una canción de 7 minutos, cuando se ponían a hacer un solo los músicos de jazz... y cuando empezó el piano y el saxo una balada sensual seguíamos absortos y sin decir nada. Intercambiando miradas, mordiéndonos los labios, ah, caricias en el pelo... la música era nuestra voz. Apenas hablamos. Nos dejamos engatusar por el momento. Nos mantuvimos la mirada un rato más y bebimos juntos Ginger Beer.

jueves, 21 de marzo de 2013

Un hombre que entró en un bar para olvidar y olvidó por qué entró



Pescaba en el río y se comía, incluso crudo, algún que otro pescado. Cual oso. Esa fue una de sus acampadas en el bosque, junto a un río. No se le apareció ningún peligro, no tenía porqué aparecersele. Y con la caña de pescar, paciente, esperaba a que picara alguno, si no pues tenía cangrejos de rocas no muy lejos para comer con facilidad. Decía todo esto mientras se tomaba un par de cafés, el café es lo que le mantenía despierto (lo calentaba mientras podía ya que en el termo no mantenía mucho el calor) y pasaba en vela toda la noche, nunca se sabe, hay que ser precavido. Junto a la fogata leía algo, no recordaba exactamente el qué, pero le gustaba, sino no lo estaría leyendo. En ese momento pican, picaba un despistado pez. Se acercó a la orilla, tenía hambre... pero las ganas le superaron, y la fuerzas por llevarse algo a la boca le superaron. Tensada demasiado, el cable de una caña vieja y casi oxidada, cedió y se rompió. Se pasó toda la mañana siguiente arreglándolo, y para cuando pudo pescar un pez, la fogata se había apagado. Solo quedaban unas pequeñas brasas que sirvieron para hacer sufrir más al pez, pensó que tal vez si le cortaba la cabeza sufriría menos. Se quedó con las dudas, porque se seguía moviendo igual, como si aún pudiese luchar por respirar. El pez no era muy grande, pero una trucha bastaba para quitar el apetito incluso aunque estuviese a medio hacer. A pesar de no ser muy grande, cubría de sobra todas las brasas que aún se notaban calientes. Y entre eso, y el hambre, poco tardó en rebanar al pez por la mitad. Por poco no olvida sacarle las tripas que devolvió al mar y le hincó bocado. Se preguntaba si los amigos del pez se comerían sus tripas... puede que hubiese sido mejor dejarlas en tierra. Pero ya era tarde, y decidió limpiar el suelo de la cabeza de la trucha de una patada devolviéndola, junto con las tripas, al agua; la otra parte del pez iba a parar a sus tripas. Notaba como si tuviese el estómago algo hinchado, inflamado, pero no le dio importancia ya que seguramente sería por la comida. No estaba mal, tenía sabor. Las espinas salieron fáciles, pero puede que se tragase alguna sin problemas... como los gatos. Lo que le hacía plantearse preguntas de vital importancia para matar el aburrimiento. ¿Porqué a los gatos les gusta tanto el pescado pero no el agua? ¿Cómo podían saber que les gustaba algo que no podían cazar en la naturaleza?

Fuera nevaba, y cualquier rastro de calor se lo llevaba la ventisca. De vez en cuando por la meseta pasaban camiones cerca de la estación de autoservicio, gasolinera y el bar de Charles. Un camión frenaría hasta casi empotrarse contra un árbol. Algún joven ciervo iba desorientado por el mal tiempo, se había separado de su grupo.
- ¿Le pongo algo, señorita?
Estaba tan absorto en sus pensamientos que ni se fijó en la joven que se sentó en el otro extremo de la barra. Sin embargo, uno del grupo que estaba haciendo una timba de póker se la quedó mirando, y no precisamente a la cara; estaba de espaldas.
- Sí, por favor -dijo la jovenzuela a la vez que se giraba como si hubiese sentido un escalofrío que le recorría toda la columna empezando por abajo. -Un gintonic.
Nuestro compañero, el jugador de póker que miraba las increíbles posaderas de la joven dama hizo un rápido gesto de disimulo haciendo como que cogía una ficha que ya tenía en la mano. Se la mostró a ella sonriéndole. Ella decidió subirse el pantalón, parece que estaría pensando en el famoso “efecto hucha”. Uno de los caballeros de la timba se acercó a la señorita. Ella hizo un amago de dirigirse hacia el atractivo jugador que llevaba un puro en la boca y un traje y sombrero blanco. Este se dirigió al camarero y pidió un bourbon con hielo, dos de ron y un zumo de arándanos. “Enseguida, caballero”.
- Si quiere acompañarnos... las damas siempre son bien recibidas.
- No gracias, muy amable. Solo quería tomarme algo, no necesito que un grupo de ludópatas se que me queden babeando...
-Si tiene algún problema con alguno de mis compañeros de partida, no dude un segundo en decírmelo y haré todo lo posible por evitar posibles malentendidos.
-Aquí tiene señorita. Ahora mismo estoy con usted caballero.
-Tráiganoslo a la mesa, si es tan amable.
-Ahora enseguida.
Tony Leblanc volvió a su sitio en la partida, no sin antes pedirle a su amigo que por favor se cerrara la boca para no babear todo el suelo, eso disgusta a las damas. La siguiente ronda iba a comenzar. Nadie tenía ninguna suma de dinero importante, pero Tony había podido sacar algo de ventaja. Fred seguía jugando con la ficha pasándosela de una mano a otra mientras Eric Black observaba atento los viejos trucos de mago que todo el mundo conocía. Aún así no podía dejarse de sorprender cuando se apostaría a que la ficha estaba en una mano cuando en realidad estaba en la otra... o en ninguna.
-¿Apuestas o no? -dijo algo irritado Larry Callahan.
-Voy.
Fred Brown dio un golpe en la mesa; pasaba. El camarero se acercaba con una bandeja con las bebidas. Las puso a un lado, pero céntrico, sobre la mesa, para no impedir el juego de apuestas mientras Tony, tras rascarse el bigote mosquetero, cogió la baraja y siguió con el proceso habitual en los juegos de cartas. Eric le acercó su zumo de arándanos.
El viejo camarero volvió con su bandeja grisácea vacía y se sentó detrás de la barra tranquilamente hasta que alguien le volviera a necesitar. Mientras, la chica, expectante por el caballero que tenía al otro extremo de la barra, se preguntaba para sus adentros si le habría pasado algo. Parecía deprimido recordando mientras se terminaba el café solo con otro sorbo mas sin ni si quiera percatarse de que ella le miraba. No había quitado la vista del café ni para verla, excepto cuando se dirigía nuevamente al camarero que se acababa de sentar recientemente.

-Otro café, pero sin prisa. -dijo tratando de disculparse por la importunidad de su insatisfecha necesidad, puede que para mantenerse despierto o para distraer la mente con las manos y, seguramente, para tener algo nuevo que mirar que no fuere una taza vacía. Su cabeza acaba recostada sobre el puño con el que no sujetaba la taza, apoyándose sobre su mejilla derecha, ladeó esta ligeramente hacia ella. No sabe muy bien porqué, pero ha terminado mirando a la chica que le miraba fijamente.
 Sabe que la he visto mirándome y aún así se esfuerza por apartar la mirada, así que no me paro mucho para verla, pero he tenido el tiempo suficiente para fijarme bien. Ella era una joven atractiva, de la clase de chica que no puede ocultar sus encantos, pero, a juzgar por su pantalón vaquero apretado diría que es una chica con carácter y personalidad fuerte. Bien marcada, casi tanto como su firme y bien puesto culo que calentaba el taburete del bar de Charles. El dueño, Charles, había tardado poco en incorporarse para servir otro café a su cliente cuando una ventisca cargada de frío y nieve invadía el salón haciendo volar alguna que otra carta de la mesa.
-Su café, ¿va a querer algo más?
-No, de momento no, gracias. -con el repentino frío le apeteció más un nuevo sorbo de café caliente y cargado para combatir el entumecimiento por el frío y el sueño de la tarde entrando en la noche.
 *******

¡Ala! -musitó entre dientes Larry porque se le había volado una carta -¡Pero no la mires!
-No he podido evitarlo -contestó Fred. Se agachó para recogerla, estaba boca abajo y seguramente querría voltearla para verla bien porque no habría podido saber bien cuál era.
-Como lo intentes te rompo los dedos. -amenazaba Larry incorporado bajo la mesa junto a Fred.
Larry tenía la mala fama de ser un tipo que se irrita con facilidad al igual que Fred tenía la mala costumbre de hacer trampas en la medida de lo posible mientras no se diese cuenta ninguno... Al fin y al cabo, no era el menos deshonesto que había en esa mesa. De Tony Leblanc se sabía que amañaba apuestas en las carreras y combates de boxeo. De todas formas Eric Black era su apuesta segura normalmente a la hora de un combate, así que últimamente no estaba siendo tan ilegal. Por el contrario, Eric, estaba esperando una oportunidad para ganar dinero extra desde aquella vez que se dejó golpear hasta caer sin poder levantarse en una cuenta de diez. Andaba algo mal de pasta, por eso estaba intentando apostar para sacar dinero aunque no fuese el mejor método ni contra los mejores adversarios contra los que poder ganar; no era un combate de boxeo. Pero si las cosas se ponían feas, tenía las de ganar, no le costaría quedarse solo en un momento en el bar. Desde su posición, Eric, podía ver todo el bar, desde la pareja distante de la barra hasta el baño que se situaba cerca de la puerta de entrada que antes había barrido el viento a su paso hasta la mesa. Se le antojó otro poco de coñac, pero de momento tenía ron, así que le dio un buen trago hasta finiquitarlo. Leblanc cogía el encendedor y el puro que había dejado en el cenicero que tenía a su lado.
Mordió el habano.
-Dime, Eric -dijo mientras chupaba el puro con el fuego frente a sus narices- ¿Tienes pensado algún combate difícil para poder apostar a tres asaltos?
-Aún no hay rival que dure tanto -respondió riendo.
-Subo 20.
-¿20? Cagüen... no voy. - Larry, además de ser irritante, era bastante tacaño y no se permitía perder nunca a menos que estuviese muy convencido de lo que tenía. Y menos ante una apuesta que había hecho el mago que, aunque no era muy alta, bastaba para hacerle perder los estribos y el poco dinero que había tenido que apostar.
Eric, con su farol de un cuatro y un tres parecía que iba a ganar esta ronda, por ahora.
-Los veo y subo 10. -LeBlanc podía ser un tipo perfectamente honesto o tramposo, pero no se dejaba intimidar por un casi seguro que farol, claro que tampoco era un tipo tonto, así que, por casualidades, se dignó a subir la apuesta con una pareja de reyes en la mano.
-No voy.
-Lo veo.
Sacaron las convenientes cartas y siguió la apuesta. Un tres, un diez y un cinco daban ventaja al mago quien dijo “paso”. Tony no añadió nada más. Eric maldecía como diciendo “habría ganado” aunque no fuese así. Se limitó a seguir sacando cartas al centro, si repetía una cualquiera ganaba seguro, pero la siguiente volteada no favorecía en absoluto a Leblanc. En la mesa había tres cartas de color con un nuevo cinco, el mago aspiraba a tener color con un tres, un cuatro, un cinco y un diez de rombos. Un diez, la última carta. Ganó Tony sin mucha preocupación. Eric se resignó a comentar nada al respecto y veía como su apuesta en falso se retiraba poco a poco por las manos del mosquetero blanco. Lanzó las cartas boca-abajo sobre la mesa.
-Esperar un poco que voy al baño -dijo Larry con la intención de levantarse- Esperadme, eh, insistió. No me quería tener que llevarme las cartas para que no las viera el tramposo este.
-Te habías retirado, podías irte cuando quieras.
-¡Tú calla! Que has perdido. -vociferaba girado entrando en el baño.
*******

El negro se acercó a la barra a pedirse su coñac mientras dejaba la copa de bourbon. Estaba entre medias de una nueva batalla de miradas indiscretas que tenían como excusa un nuevo invitado de color. A ella le llamó más la atención sus fibrosos músculos y sus tensas y gruesas venas del cuello ancho que tenía para sujetar esa gran cabeza que recibía los golpes. Charles el viejo se levantó de nuevo a servirle su nueva copa, momento que aprovechó el de los cafés solos para pasar a tomarse una nueva bebida.
-Una cerveza.
Acabó de servirle el coñac y se dispuso a servir la birra no sin antes dejar pasar un poco de espuma. Dos dedos salió, pero era una buena caña. No como la vieja que usaba parar pescar... desde hacía un tiempo que le dolía la cabeza, e incluso notaba que veía peor, pero tampoco lo podría asegurar. No era alguien que se fijase en detalles que estuviesen a más de de un brazo de distancia, pero podía, aún así, ver que la barra tenía algunos dulces de sus favoritos y poco más. Sus ojos estaban cansados, bebió un trago y conforme pasaba el tiempo sentía que era mejor dejar de fijar su mirada en otra cosa que no fuese lo suyo. Hacía más de dos semanas que tenía esa sensación de ahogo en el pecho como si quisiese su corazón brincar desde dentro pero no tuviese espacio y se tenía que conformar con quedarse donde estaba. Otro buen trago le hizo tener ganas de ir al baño, así que se levantó con cuidado y se dirigió algo tambaleante al servicio. La puerta seguía abierta. Llevaba ya bastante tiempo sentado y se acababa de tomar un buen trago de cerveza, la pérdida de equilibrio momentáneo no sería nada más que algo sugestivo. Tampoco había tomado tanto... aunque sí lo suficiente como para pararse tranquilamente a vaciar el depósito. Lo que le recordaba cómo y cuándo había llegado hasta allí. Tras cruzarse con Larry y el mal olor que desprendía recientemente el lavabo, se tomó el tiempo suficiente para relajar el esfínter. Era uno de esos buenos momentos de relax. Incluso le estaba entrando hasta sueño. Parecía que se había acostumbrado al mal olor enseguida así que disfrutó mucho mejor su paso por el lavabo. Cuando terminó se dirigió al único espejo del baño. Sus pupilas parecían bailar, pero se lo atribuyó a su dejadez y a la cerveza y no le presto mucho la atención.
Con paso lento llegó a su taburete para sentarse fatigado. Los cacahuetes que había en la mesa le parecían menos apetecibles que cuando había llegado. Pegó un nuevo trago a la cerveza.
- Hola, disculpe, pero ¿me puede pasar el servilletero?
Las manos le sudaban, pero ella seguramente creería erróneamente que se debía a que se había lavado las manos. Él, en apariencia tranquilo, le pasó deslizando el servilletero a la despampanante hembra que le dirigía la palabra en ese momento. No estaba nervioso, simplemente no tenía ningún interés en nada. No era la chica desde luego, era él. La muchacha puede que pensase “qué apático”, pero humildemente tampoco creía que fuese a ser de su interés, además cómo podría imaginar que pudiese estar interesada ella en un tipo tan soso como él. Apenas decía una palabra. Puede que fuese tímido y estuviese nervioso, de hecho puede que eso sea sudor de nervios. En fin, una chica tan guapa como yo que se digne a hablarle y a sonreírle a un desconocido... no sé. Por un momento me pareció que se había ruborizado.
A ella le faltaba la modestia que le sobraba a él quien se limitaba a repasar sus pensamientos.

 Menos mal que he parado, porque o el café me ha bajado de golpe, o verdaderamente me estoy cayendo de sueño. Debería ponerme en marcha... en cuanto me acabe la cerveza. Y puede que un dulce de chocolate me despeje. Pidió tras el dulce la cuenta al camarero, el cual ligeramente entusiasmado, pero sin mostrarlo un ápice y con sus buenos y modestos modales, le sirvió la cuenta. Por fin Charles hacía algo de caja, era el primero de sus clientes en pagar. Ya se preguntaba si le daría algo de propina a pesar de que le hubiese respondido igual de bien a sus buenos tratos, siempre es de agradecer algo. Pero por el momento se limitaba a leer los ingredientes que tenía la chocolatina que no era sorpresa que tuviese un alto contenido en glucosa. Le costó menos abrirla que ya en la boca tragarla y saborearla. Estaba a punto de pagar, pero no sabía muy bien a dónde quería ir. Puede que no fuese nada importante y por eso se le había olvidado, o puede que fuese una laguna provocada por el recuerdo de cuando era un bebedor compulsivo. Esa cerveza le había traído recuerdos de un pasado que no podía situar bien en el tiempo, aunque quién puede hacer eso hoy en día si no es con un calendario. Estaba algo confuso respecto a la cuenta, no recuerdo haberme tomado dos cafés, pero ahí estaban las tazas, lo que significaba que se equivocaba. En todo el bar se oyó un estruendo. Estaba ligeramente distraído, pero no puede ser, hay algo que no me cuadra... creyó que quien abrió la puerta fue la ventisca esta vez. El cliente veía unas manchas rojas de pisadas de la entrada hacia el baño. Alguien había entrado dejando semejantes huellas en el suelo. Se acercó tras dejar más de la cuenta al camarero. Abrió la puerta del baño y vio a un hombre con las manos ensangrentadas mirándose al espejo entre alterado y sereno, calmándose mientras se lavaba las manos dejando un reguero de sangre por la pila que se llevaba la corriente de agua por el desagüe. Nadie se había percatado de la presencia de la otra persona, pero sí pudieron oír cómo se desplomaba el cuerpo sin vida del modesto cliente que tenían antes al lado. En cuanto el primer curioso se acercó pudo ver el cuerpo sin vida de su compañero de barra. La chica se asustó tanto que el grito que pegó alertó a todo el bar y a quienes pudieron ver las huellas de sangre ir y venir del baño.

El joven ciervo se había desviado de su trayecto para perder la vida y hacer que un camionero lo arroyara haciéndole tener que parar hasta casi chocar con un árbol frente al bar, también le hizo tener que parar para limpiar como pudiere la sangre, antes de que se congelase sobre el cristal, y para que la carne que le había regalado el animal dejase de adornar la parte delantera del camión.

[El autor se reserva el derecho de poder cambiar en cualquier momento su historia de los hechos]